Capítulo 19

19

La mayor parte de la tripulación y del pasaje se unió a nosotros. Los oficiales y los mayordomos fueron confinados en sus camarotes.
Tardamos unas horas en embarcar, pero ya no hubo más tropiezos. Las lanchas iban llenándose de hombres en cuyas sienes latía la promesa de la libertad. En el ajetreo febril del embarque, destacaba la falúaFalúa Pequeña nave de carga. que llevaba, entre fusiles, al sargento Polo y a Darías, médico del Fuerte, quienes serían nuestros rehenes hasta llegar a Dákar. Ellos eran los únicos suboficiales solteros. A los demás los encerramos en el calabozo. Le entregamos la llave a Linajes haciéndole prometer que no abrirían hasta que hubiéramos zarpado.
La sublevación solo había causado dos víctimas mortales. Pero, aun así, esas dos muertes pesaban en el ánimo de todos.
Al amanecer del 14 de marzo de 1937, más de un centenar de hombres libres partía a bordo del Viera y Clavijo rumbo al puerto de Dákar. Nos habíamos rebelado y habíamos vencido.
Desde la cubierta, Pedro y yo contemplamos por última vez Villa Cisneros. Mientras la coloniaColonia Conjunto de personas que pasan temporadas en un sitio que no es su residencia habitual. se iba empequeñeciendo en la distancia, nos acodamos en la baranda.
–Ya se acabó todo –dije.
–Todo lo contrario –repuso el Poeta–. Ahora es cuando todo empieza realmente.


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