Capítulo 7

Así ocurrió los días siguientes. La acompaño desde las tres y media hasta las siete y media en la academia y, luego, estamos juntas durante dos horas más antes de dejarla en su casa, donde la espera su hermano. Todavía no lo he visto, pero Dara afirma que se encuentra en su casa al volver y yo, con una pizca de desconfianza, espero a que ella se asome a su ventana para asegurarme de que está dentro.

El frío se hace presente después del mediodía y cada vez salgo más abrigada que el día anterior. Aun así, el paraguas sigue sin acompañarme porque no tiene pinta de llover ni de nevar. Me presento en su puerta cinco minutos antes para llegar pronto, pues han intensificado los ensayos y se encuentra más nerviosa. Me extraña no verla debajo del porche como habitualmente. Al principio supongo que es por culpa de mi antelación, pero no pasa mucho tiempo antes de comenzar a agobiarme.

—¿DARA…?

No hay respuesta. En un pequeño ataque, saco la llave que le dio su madre a mi tía y abro la puerta. Solo asomando la cabeza, repito mi pregunta, aunque con el mismo resultado. Cierro y no se me ocurre otra cosa que ir a la escuela de danza porque es el único sitio con el que he ido con ella, además de mi casa. Antes no ha mencionado esta actitud independiente, y eso hace que me preocupe aún más.

Troto con el corazón en la garganta. Soy un desastre. Entro velozmente en la academia, sorteo a las personas que están de pie y apoyo las manos en el mostrador, resoplando.

—¿Dara… está aquí? —jadeo al pronunciar cada palabra.

—Sí, entró hace diez minutos.

—¿Sola?

—No. Vino con su hermano, Noah.

Esto debería ser una broma. ¿No existen más nombres?

Señala la fila de sillas. La presión se me baja y no sé si es porque la niña no vino sola o si la razón es ese nombre. La casualidad de que conozca a tres personas con el mismo nombre en una zona con una pequeña población se vuelve aún más reducida. Miro en esa dirección por el rabillo del ojo. Efectivamente, todas están libres exceptuando la ocupada por un joven moreno que atiende a su móvil hasta que es mencionado. ¿Qué me pasa con el chico? Este me recorre con la mirada y, al llegar a mi cara, parece que me recuerda y sus ojos brillan con diversión. Hace un gesto para que me siente a su lado y yo, abatida, ejecuto la acción.

—Alexia.

—Noah —articulo con la mirada al frente—, ¿trabajas?

No quise decirlo así; iba a preguntarle si no trabaja en este momento. Ahora. Él no se espera la pregunta, pero se le escapa una carcajada al ver mi cara abochornada. Juego con mis dedos bajo los finos guantes, a la espera de su respuesta.

—¿Te extraña? —dice cuando para de reírse. Yo niego mirándolo. Su rostro se enseria al centrase en mí—. Es broma, trabajo de camarero para pagarme los estudios.

—En el restaurante de tus padres, supongo.

—Sí que me conoces.

—Para nada —sonrío y él bufa divertido.

Se levanta de su asiento guardando el móvil en su bolsillo trasero. Mi primera impresión es que me deja a su hermana para llevársela luego. No obstante, se gira sobre sus talones y me ofrece su mano, tal y como lo hizo el día que nos conocimos. Dudo sin quitarle mis ojos de encima.

—¿Vienes? —Sacude su mano acercándola.

—¿Y tu hermana?

—Quedan cuatro horas —anuncia alzando una ceja—. No veo que te hayas traído nada para entretenerte.

—Y contigo me divertiré un montón —ironizo con una gran sonrisa.

—Vamos, anda —dice cansino. Coge mi mano y me levanta de un tirón mientras se gira a la recepcionista para añadir—: si mi hermana pregunta, dile que Alexia se aburría mucho.

Con mi mano libre, pues la otra sigue entrelazada con la suya, lo golpeo levemente en el hombro. Encima, la culpa de la espera sería mía. Ladeo la cabeza mientras me conduce hacia la puerta. No lo conozco, él a mí tampoco. Van a ser cuatro horas encantadoras que empiezan cuando salimos a la calle. Nos paramos. Noah gira su cabeza a ambos lados, decidiendo el camino que tomaremos. Sin soltar mi mano, nos aleja de la academia para desviarse bajando una escalera de piedra muy empinada. Me sujeto a la barandilla para bajar con cautela, pero mi guía se apresura arrastrándome detrás de él. Muchos escalones más tarde, termina dándome un mareo y lo freno de un tirón. Aprovecho su desconcierto mientras respiro con ansiedad.

—¿A dónde vamos? —comienzo a hablar cuando tengo suficiente fuerza.

—¿Esperarías a verlo?

—La curiosidad me gana.

—Pues no estaría mal que te perdiera alguna vez.

Suelta mi mano de repente y comienza a bajar muy rápido el resto de los escalones. Maldigo antes de intentar seguirlo desde una distancia considerablemente larga. Cuando llego al final, Noah se encuentra observándome con aire de triunfador. Paso de él, apoyando mi cuerpo sobre un barandal a su lado. Lo evito mirando el horizonte; hemos llegado a una extensa y maravillosa playa. Inclinando la cabeza, puedo ver a varios metros de distancia el puerto del pueblo.

—¿Seguimos en el pueblo?

—No, exactamente. Este es la playa que no suelen conocer los turistas, porque su acceso es a través de la zona residencial y tampoco suelen bajar muchos vecinos.

—Se ve muy bonita para no ser muy visitada —suspiro. Noto su mirada en mí, pero la ignoro.

—Lo es.