Capítulo 7: Última parada

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ÚLTIMA PARADA

—¿Qué te pasa, Romeo? Noto algo extraño en tu cara…

—Tengo algo que contarte.

—¿Dónde están las carreteras? ¿Por qué las has borrado? —preguntó Martín muy angustiado.

Aquello se le estaba haciendo difícil a Romeo. Más difícil de lo que esperaba. No sabía cómo empezar.

—Martín —empezó a decir por fin—, mi trabajo aquí ha terminado, ya has aprendido todo lo que tenía que enseñarte. Los mejores juguetes no se encuentran en las tiendas, sino en tu cabeza. Se llama imaginación. A partir de este momento, vas a verlo todo de una manera distinta. Cuando hagas un trayecto en coche con tus padres, cuando vayas a pasar la tarde a un parque, verás que puede surgir una gran aventura. Y si, además, lees un libro, encontrarás aventuras fascinantesfascinantes Fascinantes: Muy atractivos., historias increíbles y, créeme, te divertirás mucho, mucho, muchísssimo.

***

Desde ese día, Martín hizo caso a los consejos de Romeo y, cuando iba en el coche con sus padres, convertía cada túnel en la cueva de un gigante bonachón, cada puente en un gran viaje en globo. Y los atascos eran las colas de entrada a una gran fiesta donde cada coche se acercaba a otro para invitarlo a bailar.

Las tardes en el parque se convirtieron en grandes aventuras en las que los gusanos escalaban piedras como si de expertos escaladores se tratase. Los pajarillos llamaban a las mariposas para, juntos, formar dibujos en el aire. Y los columpios cantaban canciones preciosas que gustaban mucho a todos los niños.

Desde entonces, Martín no volvió a aburrirse y enseñó a todos sus amigos lo divertidísimo que era jugar con el juguete más barato del mundo: la imaginación.

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