Cap. 8

Una vez en el otro lado, hizo lo mismo con el otro anclaje y nos mandó pasar sujetos uno a uno a un arnés de escalada que íbamos compartiendo cada vez que pasábamos.

Fueron pasando Moneiba, Gara, Tanausú: habíamos decidido que este último fuera a la mitad para que, si tuviera dificultad, en cada lado hubiera personas suficientes para sostener la cuerda de seguridad, pero él pasó sin problemas. Le siguió Doramas y el último fui yo. Estaba pan comido, eso creí hasta que en mitad del paso se produjo otra de aquellas réplicas de temblores que hizo que, aparte de tambalearme, parte del minúsculo suelo se precipitara y perdiera totalmente el equilibrio. No recuerdo nada de lo que pasó en aquellos segundos, salvo que me vi cayendo hacia el vacío y de repente paré en seco.

—Acaimo, por Dios, dinos algo —oí decir a Gara.

—Estoy bien —le contesté.

—Ahora te sacamos de ahí —volvió a gritar Ico.

—Pesas más que un cochino bajo el brazo —le oí decir a Doramas. Seguramente asfixiado por el esfuerzo de subirme entre todos.

A medida que me iban llevando, las paredes me permitieron apoyar los pies y eso facilitó la segunda labor de rescate del día.

Cuando llegué arriba, me dio un cachetón.

—¿Y esto?

—Tonto, más que tonto, menudo susto nos hemos llevado. No lo vuelvas a hacer.

Entonces le dije que hubiese preferido un beso y un abrazo.

—Esos que te los de tu abuela o alguno de estos, que…

«Fuerte carácter tiene la señorita», dijo Ico echándose a reír.

Todos se contagiaron de su risa y yo también, aunque tuve que dejarlo de hacer porque me dolía bastante el cuello.

—Bueno, te volvemos a tener entre nosotros. Volvemos a ser seis, aunque soy el menos indicado para decirlo —dijo Tanausú riéndose.

—Oye, ¿tantos temblores deben ser consecuencia de eso que dicen los científicos que son enjambres sísmicos? —expuso Moneiba.

—Tiene toda la pinta —dijimos al mismo tiempo Gara y yo.

—Seguramente los temblores sean por la falla submarina que está entre Tenerife y Gran Canaria. Dicen que Tenerife se está moviendo hacia Gran Canaria y en un par de miles de años estarán juntas. Se mueve escasamente un espacio milimétrico.[26]

—Vaya, que los dichosos terremotos nos han fastidiado todo el día y ahora es porque nos vamos a unir a Gran Canaria en miles de años. ¡De locos! —repuso Ico.

A lo que añadió Moneiba:

—Pues yo estoy hasta el moño de ellos. Entre derrumbes, quitar piedras, rescatar y reventárseme las manos y hombros de hacer fuerza tirando de las cuerdas: vuelve a haber otro y yo misma voy a entrar a la tierra y le voy a dar al Guayota ese, una manilla de palos.

No nos quedó más remedio que reírnos todos. Nunca habíamos visto tan endemoniada a Moneiba, que, con aquel aspecto gótico, la hacía aún más creíble y de película. Al final terminó riéndose también ella al pensar lo que había dicho.

Sin lugar a dudas, la vida te da la oportunidad en ocasiones de brindarte la satisfacción de sentirte estimado y querido. Creo que nuestra amistad no dejará de existir por muchos años. Habíamos fortalecido una estrecha afinidad basada en el respeto a la diferencia, a no preguntarnos ni juzgar a los demás y avivada por encima de todo por la fragua de una trepidante aventura.

—Debemos continuar —dijo Tanausú.

Y así lo hicimos. Todos permanecieron quietos hasta que yo me incorporé para de esa forma evaluar cual era mi situación. Cuando me levanté observé que por el suelo avanzaba aquella raya que venía desde el otro lado. Aquella disposición no era casual y debía estar relacionada con algún elemento solar. Podría ser algo sobre el solsticio. Tarde o temprano lo averiguaríamos.

Continuamos por aquella gruta que empezó a oscurecer paulatinamente, lo que era un signo clave de que estábamos volviendo a las profundidades. Y allí apareció nuevamente otra oquedad en la excavación con una piedra en el centro, y en ella un símbolo en espiral hacia donde se dirigía la raya que íbamos viendo en el suelo. Aquel parecía ser un lugar de culto al sol o Magec como lo denominaban los aborígenes de la isla. Cuando alumbramos en las paredes vimos distintos petroglifos, incisiones en la pared a modo de pintura. Se repetían las espirales, luego nos pareció ver una representación de personas como cazadores y también un símbolo de una especie de búho, que Doramas identificó como Guatimac,[27] un idolillo aborigen.

—Es como el mío —dijo Ico.

Todos nos quedamos mirando hacia ella que, sin vergüenza alguna, se bajó los pantalones enseñándonos un tatuaje en una de sus nalgas, que según ella representaba un idolillo que posiblemente colgaba del cuello de un chamán. Fue encontrado a finales del siglo XIX en uno de los barrancos de esta zona y se encontraba en un museo en el Puerto de la Cruz.

Tras esto, la primera cosa que nos sorprendió fue que aparecieron unos escalones hacia abajo esculpidos en la gruta. Íbamos a empezar a bajarlos, pero nos detuvimos petrificados. Algunas linternas habían hecho salir de aquel tenebrismo lo que teníamos ante nuestros ojos. A Ico le vinieron arcadas y vomitó. El resto de las chicas fue en su ayuda para ayudarla y ver que le ocurría.

En el suelo había unos cadáveres. Eran cinco. Todos recordamos la historia de Tanausú sobre aquellos hermanos y los esqueletos eran aparentemente de cinco jóvenes por las dimensiones. Lo más curioso, y lo que más nos llamó la atención, fue que estaban como doblados y algunos tenían las manos cogidas. Es como si hubiesen estado sentados.

En ese momento, Ico se desplomó y empezó a convulsionar en el suelo. Gara chilló de impotencia y Doramas sacó rápidamente una cuchara de su mochila para introducirla por la boca para que no se tragara la lengua. ¿Qué era aquello?

De repente, todo su cuerpo se retorció y se le volvieron los ojos hacia atrás. Empezó a balbucear palabras que eran difíciles de entender. Aquel idioma no era castellano. A medida que fueron pasando los segundos se fueron haciendo más legibles a nuestros oídos. A mí me pareció distinguir alguna palabra guanche, pero lo descarté porque era una auténtica sandez. A medida que pasaban los minutos estábamos preocupados y empezábamos a temer por lo que pudiera pasar. Todos habíamos visto más de una vez documentales sobre posesiones diabólicas, rituales de tribus ancestrales en las que los chamanes entraban en trance. En alguna ocasión habíamos ido juntos al cine a ver películas de miedo.

 

[26]. Cf. ¿Por qué hay terremotos a mitad de camino entre Tenerife y Gran Canaria? (abc.es).

Cf. Ciencia Canaria – Qué es la “gran falla” que existe entre Tenerife y Gran Canaria.

Cf. Un estudio halla indicios de la existencia de una gran falla submarina entre Tenerife y Gran Canaria (eldiario.es).

[27]. Del llamado Guatimac o Ídolo de Guatimac no se conoce su significado, pero parece estar relacionado con el mundo mágico-religioso de los guanches de Tenerife. Se cree que es un espíritu protector y que estuvo colgado al cuello por un cordón de un sacerdote o chamán. Algunos investigadores lo sitúan entre los ídolos antropomorfos-asexuados o sin aparente género sexual.