Cap. 4

Salimos bien temprano, haciendo acopio de víveres, linternas, baterías externas para moviles, abrigos y hasta sacos de dormir. Realmente, aunque todos pensábamos volver a casa esa noche, habíamos imaginado una aventura larga por la cantidad de cosas que llevábamos. Pareciera más una expedición para subir al Teide con media vuelta a la isla por el número de provisiones. La guagua, después de recogernos, paró en Güímar y luego algunas personas se bajaron en La Medida, Lomo de Mena y El Escobonal. Solo puedo decir que, cuando llegamos al sitio donde teníamos que bajar, íbamos mareados. Tantas eran las curvas que, cuando paramos, nos parecía llevar  todavía los movimientos del vehículo de transporte.

El grupo estaba formado por tres chicos y tres chicas. Éramos dignos de ver: los desheredados del cole, entre tímidos, sabiondos y un exproblemático. En el grupo estaban algunos a los que yo había defendido cuando los camorristas se habían metido con ellos. La más callada era Gara:[11] en el instituto hablaba lo justo e imprescindible, aunque fuera del insti era una charlatana. Era la representante de delegados en el consejo escolar y muy querida por los profesores, lo que ellos llamaban una líder en positivo que conseguía que todos termináramos haciendo el bien.

Gara siempre había dado la cara por mí ante los profesores cuando se metían conmigo. Es una chica con temperamento y rompe con el concepto típico de empollona porque es superguapa, morena con unos ojos verdes y un cuerpo de vértigo. Todos le tiraban ficha, pero esta muchacha tiene la cabeza bien amueblada. Siempre pensé que conmigo hacía una obra de caridad y no entendía por qué me apreciaba tanto. Yo pensaba que seguro que conocía la historia de mi familia y que ese era el motivo de sus acciones compasivas hacia mí. Era la más divertida de todo el grupo, la que siempre tenía la razón, y no porque fuera una enteradilla, sino porque siempre acertaba en todo lo que decía para rabia del resto.

La guagua nos dejó en la carretera y desde allí se veía una iglesia en ruinas.[12] No pudimos resistirnos ante aquel lugar y bajamos los escasos metros para hacernos unas fotos para nuestro Instagram. Somos adolescentes y nos gusta, como a todos, el postureo.

Tanausú[13] nos comentó que se trataba de la iglesia de San Joaquín y que gran parte de las ruinas y el arco fueron construidos en la última reforma en torno a 1739, pero que la parte antigua de las mismas era anterior a 1665 y que pisábamos un lugar donde estaban enterradas casi doscientas personas.

Gara apostilló y dijo que así quedaría una pista de donde estábamos si es que nos atrapaba Guayota en el interior de la isla. Automáticamente, el resto miró hacia ella. Ella suspiró y les explicó que, en la mitología guanche, Guayota representaba a un ser maligno, algo así como el diablo que habitaba en el interior de Echeide (el Teide) y era el responsable de los temblores o terremotos y las erupciones volcánicas. Cuenta la leyenda, que un día Guayota, encerrado dentro de Echeide, salió a la superficie provocando la inquietud de la naturaleza y de todos los seres vivos. Entonces, en un alarde de maldad, encerró a Magec, el sol, cubriendo toda la isla de oscuridad. Los guanches acudieron a Achamán, que era el ser sustentador del cielo y de la tierra. Este, en combate con Guayota, lo derrotó y lo volvió a encerrar dentro de Echeide, taponando su salida.

El resto de los chicos se quedaron sin aire escuchando el relato. Todos tenían la vista desencajada e incluso alguno pareció blanquecer su rostro, pero el más que se inquietó fue Doramas.[14] Aunque su nombre era el de un guerrero aborigen grancanario, pareció querer regresar tras decir:

—No creen mejor dejar esta aventura para otro día y comunicárselo a nuestros padres.

Todos nos echamos a reír, pero mi risa se cortó enseguida cuando Tanausú fue hasta donde estaba y le dio un beso en la boca. En ese momento, el que pareció palidecer fui yo. Jamás pensé que Doramas y Tanausú fueran pareja. Casi sin darme cuenta me estaba rascando la cabeza apartando mi gorra como las típicas personas mayores cuando tratan de asimilar algo.

En ese momento, Gara se acercó a mí y me dio un beso en la boca que hizo que se me cayera la gorra de la mano. Me temblaba todo el cuerpo y al mismo tiempo me sentía feliz. Entonces ella me susurró al oído: «¡Viva el amor libre!, no seas cascarrabias y anticuado. Ya va siendo hora de que te vayas enterando de varias cosas». Acto seguido, fue hacia Moneiba[15] y se fundieron en otro largo beso que sin exagerar duró más de dos minutos a diferencia del mío, que duró escasos diez segundos.

Yo no sabía dónde meterme. Pensé que lo que había hecho Gara hacia a mí era amor, pero el beso con Moneiba me dejó descolocado. Reconozco que los tiempos iban cambiando y a mí me costaba asimilar muchos de los cambios, pero había que hacerlo y lo anormal era no estar al día. Lo importante era ser buenas personas y no con quién estabas o dejaras de estar.

En ese momento, el ruido de un arado y la pita de un coche unido al grito de Ico nos hizo salir del momento.[16] Su pelo rubio en medio de aquel solajero brillaba cual guerrera dispuesta a ponernos a todos firmes y aniquilar a quien le fuera en contra.

—¡Espabilen, coño! Se nos va el día con tanto amor.

Doramas siempre estuvo colado por Gara, o al menos eso decían muchos en el instituto, pero lo que había ocurrido hacía unos instantes echaba por tierra todas las hipótesis. ¿Sería Gara bisexual? Menuda confusión tenía yo encima. Con la mirada perdida, llegó Gara y me dio un cogotazo:

—¡Despierta, muchacho!

Subimos una pequeña cuesta y regresamos por la carretera hasta aquel largo puente de tres arcos que sorteaba el barranco para formar la carretera que unía Santa Cruz con todo el sur de la isla. Siempre me he preguntado cómo se hacían antiguamente aquellas altas y enormes construcciones con los escasos medios que había. Creo que los seres humanos de épocas pasadas eran brillantes con los recursos con los que contaban y hacían increíbles obras de ingeniería que resistían el paso del tiempo.

De allí partía una pista de tierra que nos adentraba en el barranco. A medida que íbamos avanzando, el frescor se hacía partícipe de nuestro camino. Era cierto que el sol aún no estaba en su punto más alto y que todavía era temprano. Mientras avanzábamos, el barranco se estrechaba y ganaba altura con paredes verticales que daba vértigo mirar. Aquel cauce estaba lleno de tabaibas, balos[17] y cardones. A medida que nos aproximábamos al final, donde estaban las tanquillas de distribución del agua y las atarjeas, aparecieron varios almendros y alguna higuera, que se mantenían frondosos seguramente por el frescor y la cercanía del agua.

A un lado había un desfiladero con todas las piedras que extraían de la galería en su afán de avanzar al interior de la isla buscando el preciado líquido. Sobre aquel desfiladero y cubriendo todo el espacio hasta la boca de la galería surgían unas vías de hierro y, sobre ellas, la maquinaria en la cual se cargaban todo el material que se iba extrayendo de la galería. Había una vagoneta con una pequeña locomotora. Nuestra reacción fue instantánea: ir todos corriendo a subirnos en ella. Allí la experta en todo lo tecnológico, Moneiba, sacó un pequeño trípode de su mochila y, con un mando en la mano y a distancia, sacó varias instantáneas. En ese momento al simplón de Doramas no se le ocurrió otra cosa que bajar el freno de mano de la locomotora y todos empezamos a ser transportados sobre las vías a gran velocidad, pero cuando quiso tirar por el freno, este se rompió. Instintivamente empezamos a chillar y Moneiba empezó con uno de sus ataques de asma por el nerviosismo. Yo chillé por encima de todas sus voces:

—¡Saltemos!

Moneiba que estaba con el ataque de asma, se quedó petrificada como sin saber que hacer.

—Gara, por Dios, salta con ella —Gara ante la imposibilidad de que Moneiba quisiera, le dio un apretón en la mano, tiró del brazo y ambas cayeron en el suelo.


[11]. Según la leyenda, Gara, de origen en la isla de La Gomera, se enamora de Jonay, hijo del rey aborigen de Adeje. Al prohibirles la unión, ambos huyen en la parte alta de la isla colombina y, al sentirse acorralados, se despeñan juntos por un barranco. Al lugar se le conoce como el Parque Nacional de Garajonay.

[12]. La ermita de San Joaquín, en el pago de La Zarza y equidistante del pago de Fasnia, ambos pertenecientes a la de San Juan de Arico, fue bendecida en 1665, pero estaba ya construida antes de esta fecha (no se tienen más datos, puesto que las diez primeras hojas del documento fueron arrancadas). La construcción de la capilla mayor y supuestamente el consiguiente arco de medio punto de cantería que se conserva y que hoy vemos en las ruinas data del periodo entre 1733 y 1739. Fue elevada a categoría de parroquia el 29 de enero de 1796 hasta la construcción de un nuevo templo. A partir de 1800, comenzaba su deterioro siendo ya grave en 1820. También fue lugar de enterramiento al menos en dos ocasiones, siendo la última en una epidemia en 1828 con 44 muertos. Al menos aquí hay en total 191 enterramientos. Cf. Fasnia. La gestación de un pueblo. Octavio Rodríguez Delgado. Ed. Ayuntamiento de Fasnia. ISBN: 84-7985-086-899.

[13]. Este nombre de origen guanche hace referencia al último rey benahoarita de la isla de La Palma antes de la conquista de la isla. Tanausú dominaba el territorio de la Caldera de Taburiente y, según se narra, fue engañado tras un acuerdo previo con los castellanos y, en una batalla, hecho preso y conducido a la Península para ser presentado ante los Reyes Católicos. Al parecer, este se negó a comer y beber, y murió durante el trayecto.

[14]. Doramas fue un guerrero y caudillo aborigen de la isla de Gran Canaria. Cuentan los relatos que fue uno de los principales líderes de la resistencia frente a la conquista europea de la isla emprendida por los Reyes Católicos para la Corona de Castilla en 1478.

[15]. Los bimbaches, que es el nombre de los habitantes de la isla de El Hierro, antes de la llegada de los castellanos creían en un principio femenino que denominaban ‘Moneiba’ y cuyo significado es «resplandor humeante» y otro masculino llamado ‘Eraorahan’ y que significa «el que está ardiente o brillante», que era adorado por hombres.

[16]. La leyenda de Ico surge en Lanzarote. Era hija de Fayna y Zonzamas, reyes majos antes de la llegada de los castellanos. Su nacimiento ocurre con la llegada de los peninsulares y, al ser de tez blanca y cabellos rubios, empiezan las habladurías de si es hija del rey. A la muerte de estos, su hermano Timanfaya ocupa el puesto de los padres, pero siendo capturado, fue elegido Guanarteme, que estaba esposado con Ico. Algunos dudaron si aceptar al nuevo caudillo por su esposa y la pusieron a prueba. Tenía que salir viva de una cueva en la que estaba con otras mujeres y que llenaron de humo. Uga, la antigua niñera de Ico, le dio una esponja con agua y ella la metió en la boca y resistió la prueba, siendo finalmente reconocida su señoría por el resto de los majos.

[17]. El balo o abalo es un arbusto de hasta cuatro metros de altura con tronco grisáceo algo retorcido, ramas frágiles y colgantes, dándole un aspecto globoso. Las hojas son filiformes, un poco carnosas, de color verde pálido y de hasta cinco centímetros. Las hojas y ramas desprenden cierto mal olor, del que derivan sus nombres comunes.



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