Cap. 6

Entonces Gara en un alarde de sabiduría espetó lo siguiente:

—Son muchísimas cosas ilógicas porque las galerías en Tenerife están hechas a distintas cotas de altura y todas van en horizontal y la gran mayoría casi en línea recta. Por otro lado, ya las universidades canarias han dicho que, en nuestras islas, no se han encontrado gemas. Sí que existen distintas clases de minerales, pero estos son más opacos y menos duros. La mayoría son calcitas y cuarzos de colores vistosos, pero nada de lo que dices.[19]

—Si —repuso Tanausú—, yo también opino lo mismo, pero lo cierto es que, aunque las galerías estaban en distintos barrancos, estaban próximas en altura y se habían encontrado. Eso decía mi abuelo. Además, una de las galerías fue cerrada porque nunca encontraban una veta de agua y el aire era irrespirable. Por el contrario, habían aparecido unas vetas mínimas de un color entre verduzco y otra de color marrón y según mis abuelos decían que eran como esmeraldas y ópalos. Al parecer, a mi bisabuelo le gustaba todo lo relacionado con este mundillo y conservó dos pequeñas e incluso llegó a hacer alguna obra de joyería.

—¡Chorradas! —repuso Gara.

En ese momento Tanausú abrió una bolsita y sacó un pequeño colgante donde, en medio de dos círculos de plata, estaban engarzadas dos piedritas que brillaban, una de color verde y otra de color marrón. Todos nos fuimos acercando a verlas menos Gara que permaneció inmóvil y espetó.

—Buen trabajo el de tu bisabuelo, pero la realidad es la que es. De todas formas, si al menos se pueden trabajar así, puede ser un buen negocio, aunque su valor es más emocional y artesano que económico. Lo dicho, aquí no tenemos gemas. Aun así, aprovecharemos lo que tienes hecho y si encontramos eso, haremos del hallazgo un negocio para los guiris que nos visitan.

Entonces, para poner fin a aquel momento tan científico y económico de unos adolescentes, dije:

—Vamos a ver qué nos depara esta aventura y si salimos o con un puesto de trabajo o más ricos.

Todos empezaron a reír, aunque Tanausú permaneció en silencio como esperando que todo lo que había contado se demostrara y más de uno se tragara aquellas risas.

Comenzamos a entrar en la galería, en el lateral había una atarjea en el suelo tapada con piedras largas y lisas por donde se oía transcurrir el lento del agua. También había un tubo que Gara dijo que era para extraer los gases. Ico tardó en entrar, y cuando lo hizo llegó la luz. Según nos explicó, había puesto el motor a funcionar, accionó la palanca de encendido y una larga hilera de luces se encendió. Nos aseguró que no nos duraría mucho puesto que el motor apenas tenía gasoil y pronto se acabaría. El motor hacía que salieran los gases y que las luces permanecieran encendidas, por lo que nuestros ánimos fueron mayores al adentrarnos en la galería, aunque poco duró funcionando tal y como había dicho.

El espacio que caminábamos nos permitía ir prácticamente en fila de a dos y solo en algún momento se hacía un poco mayor el espacio, al estar la zona reforzada con piedras a modo de columna. Gara nos explicó que las galerías en Canarias no eran excesivamente largas y que las mayores oscilaban entre los cuatro, cinco y, la que más, seis kilómetros.

—¿No les parece que estamos como sin estar en una pendiente, subiendo un poco? —dijo Doramas.

—Buena apreciación —respondió Gara—. Es cierto, y Doramas se ha dado cuenta de que vamos ascendiendo poco a poco, aunque la pendiente es mínima y para que el agua fuera hacia la boca de salida por el desnivel creado.

Continuó diciendo que las galerías aprovechaban los acuíferos colgados, debidos a las filtraciones de precipitaciones y de ahí los nacientes de agua. Muchos, en el anhelo de encontrar más abundante agua, siguieron excavando, pero el agua que ha surgido está más llena de sales y minerales que enriquecidas con flúor por lo que no son aptas para consumo humano.[20]

La galería en la que estábamos adentrándonos ya sin luz era de esas que se denominaban medianas y la sensación de calor fue aumentando cada vez más. Estaba claro que el oxígeno cada vez era menor y el aire estaba más viciado, aunque no era imposible respirar. En algo más de una hora escasa llegamos al final de la excavación. El agua que en determinados lugares se filtraba nos ayudaba a refrescarnos algo de aquella enorme sensación de bochorno. También el agua transcurría por el suelo y en algunos lugares nos llegaba a los tobillos. Aquella galería todavía funcionaba y prueba de ello era que manaba agua. Muchas habían sido cerradas por estar secas o porque nunca encontraron el líquido elemento, según nos dijo Gara minutos antes.

Habíamos imaginado una aventura llena de leyendas mitológicas canarias, de niños desaparecidos, de piedras preciosas… y lo que habíamos vivido era simplemente una visita guiada porque en todo momento había sido explicada entre Gara y Tanausú. Lo que me quedaba era la sensación de que el trabajo en aquellas condiciones no debió de ser muy cómodo y avanzar picando y extrayendo las piedras no debía ser demasiado fácil; pero sabiendo que se avecinaba otra charla, pregunté:

—¿Y cómo hacían estas grutas cuando aquí no hay espacio?

Entonces Gara volvió a tomar la palabra.

—El trabajo como dices era difícil en los comienzos, aunque hoy haya mejorado bastante.[21] Debido a las dimensiones había cuadrillas por turnos: una se encargaba de picar avanzando en la mina. Apenas se avanzaba unos dos metros diarios, pero al llegar los martillos eléctricos se avanzaba algo más. Luego venían los que escalichaban que eran los que sacaban escombros y limpiaban. Los cabuqueros eran los encargados de colocar los explosivos, salir los últimos de la galería y entrar los primeros tras la explosión y más de uno llegó a perder alguna extremidad en el uso de la dinamita.

Casi al mismo tiempo de decir esa palabra la tierra tembló y, presas del pánico, empezamos a gritar. Alguna linterna calló al suelo y les dije a todos que nos pusiéramos lo más juntos posible pese a las dimensiones del sitio. No sabría decir con exactitud cuánto duró aquella sacudida: al menos veinte segundos. Todos sabíamos que había sido un terremoto y tras habernos llamado todos, respiramos al conocer que estábamos bien. Había pasado lo peor, eso habíamos creído, pero de repente se sintió un estruendo, aunque de menor intensidad que el anterior y empezaron a caer cascotes justo delante de nosotros, tantos que cuando alumbramos con nuestras linternas taponaba la dirección a nuestra salida. No estaba totalmente cerrada, pero desconocíamos el alcance y la cantidad de las piedras caídas y en ese mismo instante empezó a caer muchísima agua.


[19]. Cf. Asociación Mineralógica Aragonito Azul: ÓPALOS DE LAS PALMAS DE GRAN CANARIAS.

[20]. Cf. Minas y galerías de agua para la captación de aguas subterráneas en las Islas Canarias – (global) (interempresas.net).

[21]. Cf. Galerías de Agua en Santa Cruz de Tenerife: 3 opiniones y 56 fotos (minube.com).




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