Capítulo IV

Martín se puso en marcha y habló con el compañero de mismo grado encargado de ir ese día al Gobierno Militar a buscar la Orden. Solicitó de él ese favor diciéndole que aprovecharía para unas gestiones particulares. No tuvo ningún problema y a las tres en punto uno de los coches del consulado nos recogió en la puerta del cuartel de La Isleta. Íbamos de uniforme, él con la valijaValija Saco de cuero usado para transportar correspondencia. oficial y yo con mi petatePetate Petate / Mochila militar pensado para viajes, expediciones, travesías, etc..
En el coche nos esperaba un paquete con un uniforme y complementos de sobra de Martín y los demás enseresEnseres Conjunto de muebles, ropas o instrumentos que son propiedad de una persona o que se usan en una profesión. solicitados a su madre. Tan pronto como comprobé todo lo metí en mi saca y nos dispusimos a repasar todo el plan para que no fallase absolutamente nada.
Llegamos muy pronto hasta las inmediaciones del Gobierno Militar. Bajamos del coche y sin dirigirnos la palabra, él seguro abriendo camino y yo en la retaguardia, en pocos minutos nos plantamos en la puerta. Uno de los centinelas nos saludó reglamentariamente, nos pidió la identificación y preguntó el motivo de la visita. Martín explicó al soldado que íbamos en busca de la Orden para el RegimientoRegimiento Unidad militar que por lo general agrupa a varios batallones, normalmente entre dos y cuatro, y es mandado por un coronel. de Artillería Nº3. En primera instanciaPrimera instancia En primera instancia: en primer lugar. nos dejaron pasar, pero cuando llegamos al portón principal el sargento de guardia nos saludó y me pidió que abriera el petate para comprobar qué había en el interior. Yo pensé que había llegado el final del plan pues la facilidad con la que había resultado todo hasta el momento me había hecho coger confianza en las posibilidades. Martín reaccionó inmediatamente y dirigiéndose al suboficial le dijo amablemente que yo era su asistente y que llevaba una muda de ropa para lavar. De todas formas yo abrí el petate y el militar metió sus manos para comprobarlo. Luego, dijo que el despacho donde se entregaba la Orden estaba en la planta alta y que allí solo podía subir Martín, pero que yo podía esperarlo en el patio interior sentado en una bancada de madera.
Se abrió el portón y dimos unos pasos adelante para que se cerrara detrás de nosotros. Ya estábamos dentro y no estábamos solos. Allí había más de sesenta personas entre civiles y militares. Inmediatamente nos dimos cuenta de que se trataba de prisioneros, pues ocupaban la zona central y muchos de ellos estaban sentados en el suelo, otros hablaban entre sí en pequeños corros y en su derredorDerredor Espacio que rodea una cosa. Alrededor. varios soldados los mantenían vigilados. Ambos localizamos con rapidez el retrete que estaba situado en una de las esquinas laterales y, sin mediar palabra alguna, Martín dejó de mi mano la primera fase de la operación y subió pausadamente la escalera. Yo busqué entre todos aquellos hombres a Étienne sin fortuna. Pasados unos cinco minutos vi que Martín estaba en una de las ventanas del piso superior y con la cabeza me hizo señas hacia el fondo derecho del patio. Allí estaba sentado, cabizbajoCabizbajo Que tiene la cabeza inclinada hacia abajo, por abatimiento, melancolía, etc., el otro gemelo. Me levanté del banco y lo miré, estaba ensimismado en sus pensamientos. Luego, pasados unos minutos levantó la cabeza y me vio. La expresión de su rostro cambió y unas lágrimas bajaron por sus mejillas. Con disimulo miré hacia la planta alta.
Él levantó la mirada y entendió que yo no estaba solo. Se levantó del suelo y comenzó a caminar. Entonces le señalé con mi cabeza el baño donde tendríamos que entrar. Mientras estuve a la espera comprobé cómo varios prisioneros entraban y salían a realizar sus necesidades sin control alguno; eso me tranquilizó.
El tiempo pasaba lentamente. Cuando llegó el momento pactado, quince minutos de espera, observé cómo Martín iniciaba el descenso por la escalera. Entonces, me dirigí hacia él y le pedí permiso para entrar al retrete y él se quedó fuera. Étienne se percató de la presencia de su hermano y finalmente entendió todo. Martín también se fue al mismo lugar y a los pocos minutos ya estábamos dentro los dos. Esperamos con impaciencia que la puerta se abriera. El baño era grande y tenía varias dependencias donde poder realizar la operación. Cada vez que se abría la puerta esperábamos con ansiedad que fuera él. A los dos o tres minutos Étienne entró junto a un guardia civil. Cuando nos quedamos solos nos abrazamos y comenzamos rápidamente con el cometido. Dentro de uno de los aseos Étienne se afeitó y se vistió con el uniforme. Yo metí su ropa en mi saca. Vestidos con el uniforme de teniente eran dos gotas de agua. Ambos sonrieron cuando se vieron. Cuando le planteamos que tenía que salir primero conmigo por la puerta principal se negó rotundamente, pues entendía que si fracasaba el intento el perjudicado iba a ser su hermano. Estuvo a punto de desistir hasta que Martín le pidió que lo hiciera por su madre. Entonces, Étienne, convertido a todos los efectos en el teniente Martín Blanco, con su documentación en el bolsillo y la valija en su mano, y yo, con la saca, salimos del baño y nos dirigimos a la puerta de salida. Tocamos con los nudillos y un soldado nos abrió. Saludamos militarmente y cuando llegamos al portón notamos cómo el aire fresco del Parque de San Telmo nos dio en la cara y nos supo a gloria, pues la operación empezaba a ser un éxito y con ello las tensiones comenzaban a bajar.
En el coche esperamos más de cuarenta y cinco minutos sin que Martín llegara. Por fin lo vimos llegar caminando pausadamente. Nos explicó que esperó un buen rato dentro del baño para no levantar sospechas y que luego aprovechó para salir por la puerta trasera, acompañado de otro oficial que había conocido en la Academia y con el que coincidió en el patio. Al final tuvo que ir a tomar un café y eso le llevó más tiempo de lo esperado. El abrazo de los tres en el coche no podré olvidarlo en mi vida, ni tampoco el del matrimonio Blanc y mis padres cuando llegamos a la mansión de Ciudad JardínCiudad Jardín Ciudad Jardín es un barrio residencial ubicado en pleno centro de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, entre los barrios de Alcaravaneras y Arenales.. Aquel fue el juego de la ruse más importante de nuestras vidas.