Pesadilla

PesadillaPesadilla Sueño horrible.

Entramos en una habitación oscura. Las sombras se deslizaban y danzaban por toda la estancia, las maderas del suelo crujían, el viento movía los arbustos y las ramas emitían un ruido espantoso al chocar contra las ventanas.

—Por fin hemos llegado. ¡Este cuadro es nuestra salvación! —dijo el abuelo entusiasmado.

—¿Salvación? A mí este cuadro me da mucho miedo, me recuerda a mis peores pesadillas —repliqué asustada.

—Este cuadro se llama Pesadilla y es la única forma que tenemos de salir.

—Abuelo, abuelo, no estamos solos. ¡En esta habitación hay alguien más!

—No te preocupes, son las sombras de la oscuridad… Debemos relajarnos… —susurró intentando tranqulizarme—. Vamos a la cama, tenemos que descansar un poco…

—¡¿Dormir?! Yo aquí no puedo dormir. ¡Me da mucho miedo!

—Es la única manera que tenemos de salir de aquí, así que ven y relájate.

Nos acostamos en la cama. Mi cuerpo temblaba y me tapé con la manta.

—Si no te duermes, no nos podremos marchar —me advirtió el abuelo—. Recuerda que esto es un cuadro y todo es producto de mi imaginación.

¡Crac! Se escuchó un sonido ensordecedor y empecé a gritar.

—¡¿Qué ha sido eso?! —pregunté atemorizada.

—Son las ramas de los árboles que chocan contra las ventanas… Haz el favor de calmarte —susurró el abuelo dulcemente.

Encendí una cerilla y luego otra, y otra… Así hasta que se agotaron.

Los minutos se convirtieron en horas y yo seguía sin poder dormir. Los ruidos y las sombras danzaban a sus anchas por toda la habitación y el pánico se había apoderado de mí. Entonces a mi abuelo se le ocurrió una idea genial. Con su pincel dibujó una pequeña radio que emitía una melodía muy relajante, como las que tocaba mi abuela con el violín.

Mi cuerpo empezó a relajarse, mi corazón dejó de latir con tanta fuerza y, acto seguido, mis ojos comenzaron a cerrarse. Entonces me sumí en un profundo sueño…