Mi abuelo desaparece

Mi abuelo desaparece

Una noche, cuando ya era muy tarde y todos estábamos durmiendo en mi casa, sonó el teléfono. Recuerdo que me levanté sobresaltada, tuve la certeza de que algo malo había sucedido. Me empezó a latir el corazón con fuerza, con tanta fuerza que tuve que apretarme el pecho con las manos para que se calmara. Me subí la manta hasta taparme parcialmente la cara y fijé la vista en la puerta esperando a que se abriera con las malas noticias. Me pareció oír un llanto y luego otro… Cada vez estaba más desesperada.

—¡Ahhh! —emití un suspiro sin saber por qué, la angustia me atenazaba el corazón.

De repente, llegó el momento esperado. Se abrió lentamente la puerta y escuché la dulce voz de mi madre:

—¿María? ¿Estás despierta? —preguntó con voz temblorosa.

—Sí, mamá. ¿Qué ha pasado? —las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, apenas me podía controlar.

—El abuelo ha desaparecido… No sabemos dónde está.

—¿Cómo es eso posible? —dije sobresaltada.

—La abuela se levantó para ir al baño durante la madrugada y descubrió que él no estaba allí —siguió relatando mi madre.

Al corroborarcorroborar Confirmar. que mis sospechas eran ciertas, ya no pude contenerme más y empecé a llorar. Mi madre, mientras tanto, me abrazaba y lloraba en silencio. Sus lágrimas caían sobre mi cabello, humedeciéndolo. Sin pensarlo mucho, dije:

—Mamá, no podemos quedarnos aquí llorando, ¡no puede estar muy lejos! Ya sabes que a él no le gusta salir solo de casa… Es imposible que haya desaparecido. ¡Tenemos que ir a buscarlo!

—María, tranquila… —me insistió mi madre—. La Policía está trabajando en ello, aunque por ahora no hay rastro. Papá ha ido a ayudar, es mejor que nosotras descansemos esta noche, mañana nos uniremos a la búsqueda.

—Vale, de acuerdo… —respondí malhumorada.

Esa noche no pegué ojo. Intentaba recordar algún lugar que le gustara especialmente al abuelo, pero no se me ocurrió ninguno. Lo que más le gustaba era estar en su estudio pintando e imaginando nuevas historias llenas de fantasía. Nada tenía sentido…

—¿Dónde estás, abuelo? ¡¿A dónde has ido?! —grité desesperada en la oscuridad de la noche.