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Extremé las precauciones al máximo.
Como si estuviera entrando en un castillo lleno de enemigos, palpando las paredes con mi espalda, me encaminé a esconder el disfraz de enmascarado en un petate bajo uno de los asientos del anfiteatroAnfiteatro Anfiteatro: Piso alto de cines o teatros, con asientos en gradería., en el segundo piso, justo encima del palcoPalco Palco: Espacio en forma de balcón con varios asientos que hay en los teatros. central que ocuparían don Feliciano y Leticia del Cielo. Aproveché –estaba todavía la sala vacía– para ensayar el salto en dos ocasiones. Debía dejarme colgar, balancearme un poco y ¡zas!, tirarme en plancha. Para escapar, la cosa tenía algo más de dificultad, porque debía ponerme de pie en la barandilla manteniendo el equilibrio, con riesgo de resbalar y caer al patio de butacas; luego tendría que izarme a pulso ayudándome de los balaústres. Los ensayos me demostraron que estaba capacitado para hacerlo, así que gané confianza: el éxito de la Operación Esmeralda estaba asegurado. Me faltaba escribir la carta y esperar la hora del concierto.
A la encarecida y distinguida señorita Leticia del Cielo:
Me atrevo a escribirle estas líneas y a entregarle esta carta de la manera en que lo hago porque no he logrado acceder a usted de otro modo más correcto. Hoy hace cincuenta y cuatro días, casi dos meses, desde que la vi por última vez y en mis oídos aún suenan, como una música dulce, las palabras que me dedicó al acudir en mi ayuda. Nunca pensé que mi nombre pudiera convertirse en poesía, pero así fue cuando usted lo pronunció.
He vivido –¿o estoy muriendo?– este tiempo pensando sólo en el momento en que pueda estar junto a usted, los dos solos, para poder confesarle lo que en mi corazón guardo.
Por favor, si usted, como creí ver en sus ojos, también siente algo especial por mí, no me haga sufrir más y deme la esperanza en forma de una cita. Acudiré a donde y cuando usted me diga.
Suyo hasta la muerte.
Jorge Fernández Tabuenca

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