Capítulo 4

—Pues ella se cree una privilegiadaPrivilegiada Privilegiada: Afortunada porque, según dice, desde ningún otro sitio es posible ver las estrellas con tanta claridad.

—¡Es lo que faltaba, que ahora las estrellas sean privilegio suyo!

—A mí la que me da pena es aquella pobre: lisa como una tabla, estrecha y esquelética.

—¿Cuál? ¿La amiga del viento?

—Sí, he oído que se entiende con él. Así la tiene, desnuda y sedienta.

—Pues tiene las playas más largas.

—Todas sabemos que la longitud es lo de menos, o lo de más, tratándose de una larga desolaciónDesolación Desolación: Angustia.

—Casi otro tanto se podría decir de su vecina, la isla de los cactus. Se cree original porque tiene una montaña de la que sale fuego. ¿A quién le interesa una montaña en llamas?

—¿Y qué te parece aquella? Se las da de lista. ¡Con lo mal que habla! ¡Cuánta vulgaridadVulgaridad Vulgaridad: Grosería!

—¡Ja! Pues aquella que, en vez de hablar, silba…

—¿Qué me dices? ¡Una isla que silba!

Parecía que nada ni nadie podía cambiar el desprecio que sentían las unas por las otras. Parecía imposible impedir que se pelearan eternamente; pero la Naturaleza, cansada, acabó rebelándose.

Mientras mantenía una violenta discusión con su principal contrincante, la isla donde dormía el volcán gigante comenzó a estremecerse. Las demás la miraban por encima del hombro. El mar, que notó esa agitación, preguntó qué ocurría.

—Es la isla picuda, parece que va a vomitar. Será la rabia que guarda dentro —contestó su vecina más cercana.

—¿Qué le ocurre? ¿No se encuentra bien? —insistió el mar.

—No lo sé, no me hablo con ella.

—¿Por qué no le hablas?

—No creo que tengamos nada que decirnos.

—¿No te preocupa lo que pueda pasarle?

—Eso es problema suyo, a mí no me afecta.

—¿Y las demás? ¿Tampoco quieren saber por qué se estremece de esa forma una de ustedes?

Todas miraron para otro lado dando a entender que el padecimiento de su compañera no les importaba.

En ese momento, el temblor aumentó de tal forma que todas sintieron náuseas.

El gigante estaba estirándose y no parecía de muy buen humor. Las alocadas ínsulas habían despertado con sus gritos al monstruo que dormía y ahora tenían que enfrentarse a su cólera.

Una asfixiante tormenta de ceniza salía de su boca mientras su rugiente y pestilentePestilente Pestilente: Apestosa, mal oliente. voz alcanzaba todos los rincones del archipiélago.