Capítulo 3

El mar le hizo señas al Sol para que se inclinara, quería contarle algo sin que las islas lo oyeran. A medida que aquel susurraba su relato, el Sol abría los ojos con expresión de asombro.

—No está muerto, sino dormido, ¡y no me gustaría que se despertara! —aseguró el mar, mirando con receloRecelo Recelo: Desconfianza a la isla donde reposaba la descomunalDescomunal Descomunal: Enorme mole—. Aún recuerdo aquella vez. No sé por qué estaba tan enfadado. Despertó de repente echando fuego por la boca.

La mañana siguiente, el Sol volvió a visitarlas. Estaban todas arreglándose para comenzar el nuevo día. Las más coquetasCoquetas Coquetas: Presumidas miraban su imagen reflejada en el espejo azulado del mar y aprovechaban las olas para refrescarse y lavar sus costas. Estaban silenciosas, cada una a lo suyo, ni se miraban, como si no hubiese nadie más alrededor, una actitud que el Sol se encargó de criticar.

—Les advierto que esa enemistad que mantienen es muy peligrosa. Si continúan así, la naturaleza las castigará por soberbiasSoberbias Soberbias: Orgullosas. Todas poseen algo único, pero el origen es el mismo y, por tanto, el destino también será el mismo. Este mar que las separa guarda en sus profundidades el secreto de su unión. ¡Han tenido mucho tiempo para conocerse, aceptarse y aprender a convivir! Recuerden:

ArrulladasArrulladas Arrulladas: Acunadas por el mismo mar,

nacidas en la misma cuna,

son diversas, pero siempre una.

Las islas se burlaron de las necedadesNecedades Necedades: Estupideces del viejo astroAstro Astro: Sol y cada cual continuó con sus tareas sin preocuparse de lo que pudiera ocurrirles a las otras. Estaban todas convencidas de que su propio destino no guardaba relación con el de sus vecinas.

El Sol, muy molesto por el trato que había recibido, se alejó una vez más lamentándose. El mar, al oírlo, pensó en lo afortunado que era aquel, que podía irse sin tener que soportar los continuos enfrentamientos entre las furiosas ínsulas.

—Peor estoy yo —le aseguró—. Me tienen mareado con sus insultos y no puedo escaparme.

Cuando el Sol volvía la espalda de esta manera a las islas y se apartaba de ellas enfadado, un mar de blancos y suaves algodones las cubría y solo sobresalían, mirándose desafiantes, un pico nevado y un roque nublado. ErguidosErguidos Erguidos: Levantados y firmes, no se sabe cuál más altivo; vigilándose, comparándose, compitiendo en belleza y majestuosidad.

También el viento se quejaba de estar cansado de traer y llevar el rumor de protestas e insultos, las críticas y los desafíos de las islas.

—Esa se hace llamar la «Isla Bonita». ¡Como si las demás fuésemos feas!

—¡Qué vanidosaVanidosa Vanidosa: Presumida! —criticaba otra—. Me da risa. ¡Si hasta dicen que está rota y se le está cayendo un trozo! ¿No has visto ese enorme poro abierto que tiene por aquel lado?