LA DEFENSA DEL CIAZ

La reacción fue desmesurada. No perdonaban que el club hiciera peligrar las lenguas por unas insignificantes blue balls. Tantos meses divagando sobre el origen de la desaparición de las zetas para llegar a esto…

—¡Llegar a esto! —exclamaba Alba furiosa—. Además de confesar nuestra culpa, tratan el tema con absoluto desprecio.

—Cálmate, Alba. Ya sabes cómo pueden llegar a ser.

—Sí, insaciables es la palabra. No se contentan con las declaraciones y pretenderán más.

—No deberíamos haber hablado, chicos. ¿Vén lo que pasa por defender a los zetis? —intervino Sergio.

—¿Por qué arrepentirse? Tarde o temprano llegarían a descubrirlo. Por lo menos ahora saben que nuestros amigos están protegidos.

—¿Por cúanto tiempo?

—Ya veremos. Primero tendremos que saber a qué acuerdos llegamos en la reunión que tenemos con los gobiernos en Bruselas. Cualquier decisión debe ser validada por el CIAZ.

—Los zetis están tan tristes… —dije en medio de la conversación.

—No me extraña, Noelia. ¿Cómo te sentirías tú si te niegan una ayuda que precisas con total urgencia vital?

—Hace días que están escondidos. Ya no los vemos…

—¡Como si desearan aparecer! Estarán tramando algo seguro —se apresuró Néstor a responder.

—¡No seas ridículo! Son incapaces de tal locura.

—¡Qué injusto! Me pregunto por qué tanto revuelo con la visita de seres de otros mundos. Llevan miles de años mirando al cielo para averiguar si hay vida extraterrestre, construyendo gigantescos telescopios, recogiendo imágenes y muestras del espacio exterior, lanzando satélites y naves espaciales, creando una base espacial internacional… ¿y para qué? Si cuando llega el momento, ¡plaffff!, se desquitan.

—Tendremos que resignarnos sea lo que sea.

—¿Resignarnos? Nunca. Los adultos no siempre llevan la razón.

—Los zetis se asegurarán de esconderse muy bien. Tienen miedo y es que no podrían marcharse al Planeta Z aunque quieran. Están demasiado débiles desde que no pueden alimentarse de más zetas.

—Terrible, es como si fuéramos al espacio y nos faltara el oxígeno.

—Mis padres sostienen la idea de que los zetis son un peligro y lo más adecuado sería deshacerse de ellos. ¡Qué poco corazón!

—Las menos cuarto, tenemos que entrar a clase —apuntó Pablo.

—¡Joooo, qué rápido se pasa el recreo!

***

Papá llamó el martes pasado a casa para avanzarnos algo de las reuniones en la ciudad de la Plaza de Cibeles y la Puerta de Alcalá. Aún estaban negociando. Habían decidido que fuera nuestra capital la sede oficial de las negociaciones entre el Club Internacional de Amigos de los Zetis y los representantes de las delegaciones de diferentes países, pues en el nuestro fue donde se dio la exclusiva del primer encuentro con las blue balls.

Nosotros también contábamos con una delegación, por supuesto. Varios niños miembros del CIAZ llegaron a la capital desde los lugares más variopintos del mundo en aviones fletados especialmente para ellos. Costearon el viaje y su estancia en la ciudad durante el tiempo que duraran las reuniones.

Por las redes contábamos con una increíble plataforma de apoyo, en la que empezaron a participar y ayudar (con satisfacción por nuestra parte) muchos adultos convencidos de que la ayuda a los zetis era necesaria. Si no, ¿de qué valía ser humano? Ahora era el turno de convencer a los gobiernos para llegar a un acuerdo.

***

El lunes se presentaba gris y plomizo en la capital. Hiciera un sol radiante o mal tiempo, los niños y los adultos habían negociado en un entorno amable y abierto: el Parque del Retiro. Nada de personas enchaquetadas y corbatas, nada de lugares cerrados y misteriosos, nada de decisiones a escondidas. Al aire libre, sentados en la hierba, con la naturaleza como magnífico decorado en una escenografía real y auténtica. Por allí podía pasar e incluso quedarse a escuchar todo el que quisiera.

¡Hasta J.M. Santos tuvo que salir de los estudios para retransmitir en directo el evento! Y, como él, cientos de reporteros de distintas cadenas de televisión de todo el mundo se agrupaban buscando un hueco donde podían para sacar fotos y entrevistar a la gente. Era todo un acontecimiento que no solo llenaba todo el parque, que miren que es grande, sino varias avenidas y cruces alrededor.

Instalaron varias pantallas gigantescas en toda la ciudad e incluso habilitaron salas de cine y de teatros. Pero ahí no queda todo. Las sedes institucionales, el Palacio Real y hasta el Congreso y el Senado se sumaron. Nadie quería perderse lo que estaba sucediendo en esos días.

Y llegó el ansiado momento. Se convirtió en el minuto de oro en la televisión. El cielo iba aclarándose y los rayos de sol, sonrientes, iluminaban los colores que hasta esa mañana eran de un tono grisáceo.

Delante de los micrófonos, el presidente del Gobierno y una niña representante del comité español estaban preparados para leer el acuerdo ratificado por ambas partes: niños y adultos. Tranquilos y desde un tono sosegado, se dirigían al vasto auditorio que se congregaba expectante.

Queridos ciudadanos del mundo:

Aquí nos presentamos para comunicar oficialmente que, después de intensas y productivas reuniones, hemos llegado a los siguientes acuerdos que entrarán en vigor a partir de mañana en el siguiente tratado. Un tratado bilateral que habrán de respetar todos sin excepción.

  1. Respetar la relación entre los niños y los zetis.
  2. No tomar represalias contra los seres azules siempre que respeten este tratado.
  3. Garantizar su protección, seguridad y supervivencia en nuestro planeta.
  4. Establecer un plazo de mes y medio para que los zetis se abastezcan de zetas. Una vez recuperados, deberán abandonar la Tierra en el plazo fijado.

Una marea de ovaciones levantó a todos en el parque, seguidos del resto, que se enteraba en cada lugar de los acuerdos establecidos. Todos se besaban, se abrazaban, saltaban de júbilo y emoción. Hacían coros y cantaban letras de canciones improvisadas para el momento. Las sonrisas se apoderaron de los niños y de los adultos. Y el cielo, por sorpresa, nos regaló un azul turquesa tan brillante que muchos llorábamos felices de la alegría. Gracias a los niños, los zetis no eran vistos como un peligro. No eran enemigos, sino amigos interplanetarios. Amigos de niños y adultos.

***

—¡Pero qué triste marcha! —apuntábamos la mayoría de nosotros.

—Así es. No hay que olvidar que están de visita.

Los cuarenta y cinco días estipulados en el tratado corrieron a una velocidad vertiginosa. En un abrir y cerrar de ojos el momento se iba acercando inexorablemente.

Durante ese periodo, los zetis aprovechaban para alimentarse de cuantas zetas pudieran. Tenían que recuperarse y ponerse fuertes, recobrar su color azulado para el largo viaje que les aguardaba.

Salieron de sus escondites. Nunca supimos cúales eran. Retomaron los encuentros con los niños, al calor de nuestra compañía, para disfrutar y pasarlo bien juntos. Echábamos de menos sus saltitos, sus travesuras, sus juegos, su afición por la música.

Pasábamos mucho rato con ellos no solo jugando, sino cuidándolos. Los zetis conocían el tratado y sabían que tendrían que irse en breve. Deseaban seguir viajando por el cosmos.

Sin embargo, esta vez habían aprendido la lección: no debían alejarse, ni escaparse de sus familias, y menos no pedir permiso para ‘dar un paseo’. Eran menores y necesitaban su cuidado y su afecto. Prometieron volver al Planeta Z antes de aventurarse a otra escapadita galáctica.

***

Mis amigos y yo preparamos una divertida fiesta por todo lo alto para la despedida en la azotea de mi casa, muy amplia, donde podíamos estar juntos.

Los preparativos ocuparon todo el fin de semana. Unos traían banderines y globos. Otros, las cintas de colores y una pancarta. ¡Muy chula quedó!

Escribimos en letras enormes de molde y pintadas con purpurina: «Buen viaje, amigos». Mi madre nos ayudó a sujetarla con las liñas de tender la ropa en plan casero.

Para decorar las esquinas, colocamos en el suelo unos farolillos la mar de bonitos con el fin de darle un ambiente chill out cuando se oscureciera.

Las niñas confeccionamos una piñata en la que metimos confeti y bolsitas con gominolas. Además, en un lado de la azotea colocamos unas mesas con un montón de cosas ricas. Como era una ocasión especial nos dejaron comer todo tipo de chuches.

Tambíen había refrescos, zumos de frutas, sándwiches variados, queques, bolitas de coco y ambrosías. Las bolitas de coco las hice yo, son mi especialidad.

En la parte que tenemos techada conectamos los altavoces de mi padre al portátil para poner música y bailar unas coreografías preparadas por amigos del barrio que vinieron a la fiesta. Pablo y Alba se nombraron los djs.

Por toda la azotea repartimos unas cuantas sillas, tres hamacas que tenemos para coger sol y varios cojines de colores.

Sin duda, fue una tarde memorable e irrepetible. Allí se encontraban una centena de ellos, persiguiendo a Ququi por toda la casa. Reímos hasta que nuestras mandíbulas no dieron más de sí.

Disfrutamos hasta bien entrada la noche mientras recordábamos nuestros divertidos encuentros. Cómo Néstor encontró al suyo debajo de su edredón. Cómo Alba se asustó al verlos en el interior de su armario.

—¡No nos vamos a olvidar de ninguno! —exclamaban Sergio y Pablo al unísono mientras intentaban abrazarlos sin éxito, pues de tan resbaladizos se escurrían con facilidad.

—Algún día viajaremos al Planeta Z, es una promesa —coreábamos todos.

Mientras nos hacíamos fotos y vídeos para el recuerdo en aquella tarde de amistad y de fiesta, mi padre llamó por teléfono para mandar un cariñoso saludo a nuestros amigos.

—Noelia, cariño, por lo menos sabes que se han recuperado y que regresarán a su casa sin dificultades, cielito —trataba de consolarme con la mejor de sus intenciones.

Esas bolas azules, esos seres transparentes y escurridizos que habían aparecido en la vida de tantos chavales, se despedían con un suave «zeta, zeta, zeta, zeta…». Desde todos los rincones del mundo decíamos adiós a los zetis. Bueno, adiós no, mejor hasta luego. Quizás nos volviéramos a ver.

Allí, en la terraza, permanecíamos fijos como clavos Alba, Pablo, Sergio, Lucía, Néstor y yo. Era una noche clara y estrellada. Miles de bolas azules brillaban en el cielo como zafiros impresionantes, dejando tras de sí lágrimas de tristeza y felicidad. Porque aquí, en las islas, el cielo es inmenso y misterioso.



¡¡¡DESAPARECIDAS!!!

—¿Qué tal están? —preguntaba papá desde la pantalla del portátil.

—Muy bien, papi. Te echamos de menos.

—Lo sé. ¿Qué vamos a hacer? ¡A ver si algún día nos libramos de los zetis, nada me ha dado tanto trabajo como estos bichitos!

—¡No digas eso! —le increpé duramente.

No me agradaba su tono al referirse a nuestros amigos. No se lo merecían.

—Noelia, ¿has visto a… alguno?

—A unos cuantos.

—¡No me lo habías contado, bandida!

—¿Por qué tendría que hacerlo? —pregunté enfadada.

—Por si me interesa traerlos al programa.

—No podrás, no conseguirás esa exclusiva, seguro. Ya sabes que no se le aparecen a los adultos.

—Sí, pero si los convencieras…

—Ni se te ocurra la idea —respondí rotundamente.

—¡Noelia, que soy periodista!

—¿Y qué?

—¡Y tú mi hija!

—No tiene nada que ver. No soy la única hija que tiene un periodista famoso. ¿Qué me dices de los niños cuyos padres son científicos, presidentes de gobierno, astrónomos, altas autoridades…? Esos niños han contactado con los zetis. ¿Crees que sus padres o madres tienen derecho solo por eso?

—Puede ser…

—No, señor. Son nuestros amigos y no vamos a desvelar sus intenciones ni a presionarles… —me salieron impulsivamente y sin pensar aquellas palabras.

—¿Por qué hablas de sus intenciones? —mi padre hizo hincapié en la última palabra.

—Uhmmm, nada, eso… que… Que lo que trato de explicarte es que respetamos su presencia aquí, solo eso —dije saliendo del paso no fuera a ser que metiera la pata.

—¿Solo eso? —insistía a lo Sherlock Holmes.

—Sí, papá —contesté como la buena actriz que dicen que soy.

Primero sucedió con los libros en los colegios. Los profesores y alumnos estaban acostumbrados a que en ciertos libros faltara la numeración de la página o apareciera alguna hoja en blanco o repetida. Se devolvía a la editorial y se reemplazaba. Eso pasaba a menudo.

Lo que no era frecuente, por no decir que nunca había ocurrido, es lo que venía pasando últimamente. Podría ocurrir en algún caso, pero de ahí a que fuera un fenómeno generalizado… mosqueaba un rato largo. No eran páginas en blanco, ni erratas. En el recorrido de continuas líneas de palabras y frases, ¡la zeta no aparecía!

Allí donde era necesaria para la correcta lectura y escritura, la letra zeta desaparecía. Los libros no tenían zetas. Parecía una broma de mal gusto aun sin ser el Día de los Inocentes, pues esa fuga de zetas no era consecuencia de su intercambio con otras letras ni de haber sido devoradas por la imprenta. Las palabras aparecían incompletas, con espacios en blanco al principio, en medio o al final.

Al poco tiempo, las editoriales y librerías se vieron saturadas de protestas y quejas de miles de personas que exigían libros en condiciones, con todas sus letras. Todos intentaban defenderse de las acusaciones diciendo que no era su culpa. Los libros se imprimían con seriedad. Se revisaban la impresión, la tinta, los folios a usar, el buen funcionamiento de la maquinaria; en resumen, todo.

Poco a poco el asunto se iba complicando. No solo iban desapareciendo las zetas en los libros escolares, sino también en periódicos, revistas, folletos… Al leer en casa, en el trabajo, en la parada de la guagua, en el metro, en el parque… Las zetas se habían esfumadoesfumado Esfumarse: Irse o desaparecer de un lugar de modo rápido, con disimulo o sin ser notado. como por arte de magia.

¡LAS ZETAS HABÍAN DESAPARECIDO!

Ya era común que la gente se acercara a los comercios en busca de un nuevo ordenador, tablet o móvil porque la zeta no aparecía en ningún teclado. Funcionaban de maravilla, pero… ¿y la tecla de la zeta? «Si era esta, se lo aseguro», repetían atónitos los vendedores sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Comprar en los centros comerciales se había convertido en toda una aventura.

Los que querían regalar una tarjeta desistían de su empeño. Los que buscaban la sección de zapatos leían ‘_apatos’, ‘_uecos’ en vez de zuecos. Tenías que comprar un ‘_umo’ de pera. Los agricultores no trabajaban con azadas, sino con ‘a_adas’. Los submarinistas se resignaban a salir con sus trajes de ‘bu_o’ y no de buzo. La gente en la carnicería preguntaba qué era la ‘pan_a’ de cerdo. Muchos leían: «La potente ‘_arpa’ del león da miedo», y querían averiguar desde cuándo un felino se dedicaba a la música. Y así sucesivamente.

Nuestras preciadas y valoradas lenguas se iban quedando sin zetas, como la despensa sin comida, poco a poco, sin uno darse cuenta. Del mismo modo las lenguas quedaban cojas, guillotinadas, mutiladas al faltarles una letra de uso primordial en la comunicación. Afectaba con mayor intensidad a la lengua española, aunque también era un hecho que afectaba en mayor o menor medida al resto.

Los filólogos se llevaban las manos a la cabeza. Las academias de la lengua no vacilaban al afirmar en ruedas de prensa y conferencias que estábamos siendo testigos presenciales de un problema lingüístico a nivel internacional. Se reafirmaban en sus comentarios tristes para transmitirle al mundo que cualquier perturbación en nuestras lenguas se convertiría en una enfermedad crónica.

La lengua es un tesoro de valor humano incalculable y universal. Debe permanecer sana y salva, resguardada de especuladores e insensatos. Su buen estado favorece la comunicación y la comprensión entre los pueblos. Su deterioro, aun el mínimo, sería una catástrofe. La comunicación está en peligro.

Si desaparecen zetas, es probable que se esfumen el resto de las letras. Quizá la siguiente sea la eme o la equis, la erre, la te, o la ese… No debemos permitir que esta situación avance, así que nos vemos obligados a buscar una solución, a descubrir el origen de este trágico suceso.

Podemos pasar de muchas cosas en nuestra vida diaria, pero ¿podemos prescindir de una lengua viva? La necesitamos como el agua o el aire, sin quiebras ni ausencias.

Por primera vez los adultos mostraban una honda preocupación ante este problema lingüístico. Desde ese momento, las condiciones de seguridad se potenciaron para que ninguna zeta desapareciera y los países estrecharon lazos en pro de una investigación segura y eficaz. La alarma lingüística no se hizo esperar.

Otra clase de alarma rondaba entre los niños. Recordé entonces aquella ocasión en la que casi me voy de la lengua con mi padre. Los socios del CIAZ debían ponerse en marcha y valorar el asunto, ya que dependía de ellos totalmente. Sabíamos el porqué y el cómo de lo sucedido, pero nuestro compromiso como Club Internacional de Amigos de los Zetis era irrefutable.

Durante aquellos acelerados meses los niños nos mensajeábamos con frecuencia y debatíamos a través de la web y del CIAZ. Finalmente, decidimos por mayoría subir un comunicado para que tanto los niños que no habían tenido encuentros con los zetis como los miembros del club y los usuarios registrados en la web estuvieran al tanto de las decisiones que se iban tomando. Siempre democráticamente, claro está.

Estimados niños y niñas amigos de los zetis:

Ante los problemas suscitados y ocasionados por nuestro compromiso con ellos, creemos que debemos reconsiderar nuestra postura.

No pretendemos abandonarlos a su suerte, sino buscar entre todos una salida justa tanto para los zetis como para nosotros.

Nos preguntamos si debemos o no guardar la verdad por más tiempo y/o continuar con nuestro plan anterior, acordado por un 95 % de los socios del CIAZ.

Esperamos su urgente participación y respuesta a través de la web y del club en el plazo de una semana.

Atentamente,
la junta directiva

A los dos días el comunicado era en un secreto a voces. El CIAZ se había convertido en algo más que un simple club. Formábamos una plataforma tan importante y relevante a lo largo del mundo que incluso diferentes organismos, así como instituciones y gobiernos, siempre estaban al acecho. No era de extrañar que hackearan nuestras cuentas y que el contenido de aquel comunicado fuera a poner en jaque a todo el planeta.

—Estos niños hablan de ‘problemas suscitados’, de guardar o no la verdad… ¿Se referirán con ‘problemas suscitados’ a los mismos que está ocasionando la desaparición de las zetas?

—Falta un detalle importante y podría ser la guinda del pastel.

—¿Sí? ¿Cúal? —se preguntaban desde las altas esferas.

—Por todos es sabido que el CIAZ fue creado por los niños con una intención clara: fundar un club de amigos de los zetis, de esos seres extravagantes, de las blue balls

—Es un hecho sin confirmar.

—Sin confirmar por los adultos, pero sí por los niños.

—¿Vamos a caer en la trampa de unos niños que solo quieren divertirse?

—Pues ahí están sus testimonios y las pruebas con imágenes de que los zetis existen. Por otro lado, no se puede negar la existencia del Planeta Z.

—Un fenómeno natural en el cosmos…

—¿Un planeta tan controvertido y misterioso les parece un fenómeno natural? ¿Por qué entonces se habla en el comunicado de un compromiso con los zetis? ¿No serán ellos los responsables de la enigmática desaparición de zetas? ¿Serán los niños sus cómplices en esta trama?

—¡Tenemos que descubrir la verdad! ¡Tenemos que investigar al CIAZ y hacer que los niños nos den respuestas!

Pero nosotros nos negábamos a dar explicaciones. Era nuestro club y era PRI-VA-DO. Nos sentíamos inquietos, nerviosos y asustados, aunque nos manteníamos firmes en nuestra decisión. No deseábamos involucrarnos en el complicado mundo de los adultos. No temíamos tanto por nosotros como por nuestros amigos los zetis. Y así estábamos, entre la espada y la pared, entre nuestra lealtad a los zetis o la ayuda al planeta Tierra.

***

Después de deliberar a lo largo de esa semana de plazo, finalmente decidimos contar la verdad. Al enterarse los medios de la decisión del club y sabiendo que teníamos el apoyo del resto de niños del planeta, nos propusieron realizar una conexión en directo desde diferentes lugares de residencia.

El día de la emisión estaba en casa con mi madre. Habían venido Sergio y Alba para preparar un trabajo para la clase de Sociales. Nos pusimos a ver la tele en el salón para escuchar a algunos de los miembros del club.

Reconocemos que somos cómplices de los zetis. Los adultos no creen en ellos, pero realmente existen. No son peligrosos, son inofensivos. Sí, es verdad. Los zetis son responsables de la desaparición de las zetas en las lenguas. Todo tiene una explicación y estamos aquí para contar la verdad. Por su bien y por el nuestro.

Cuando los zetis llegaron a la Tierra, lo hicieron porque les atrajo el color de nuestro planeta, tan parecido al suyo. Son viajeros exploradores del cosmos, se han escapado de su casa. Son traviesos y juguetones, y querían conocer el sistema solar. Atravesaron la atmósfera y se escondieron donde podían para no ser vistos. 

Al percatarse de nuestra existencia, decidieron aparecer. ¡Ellos también son niños, pero del Planeta Z! Por eso no se dejan ver por los adultos. Estaban a gusto y contentos con nosotros… Pero hace meses que empezaron a sentirse mal. 

Al atravesar la atmósfera se debilitaron porque nuestra Tierra no reúne las condiciones idóneas para su subsistencia. Poco tiempo después de probar cientos de alimentos se dieron cuenta de que comer zetas les permitía estar fuertes y recuperarse. Es la única forma que tienen de permanecer con nosotros.

No somos insensibles al daño que están ocasionando a nivel lingüístico mundial. Intentamos ofrecerles nuestra ayuda y estamos también preocupados por la situación que se ha generado. Nos sentimos angustiados por los zetis. No queremos que mueran por no prestarles nuestra ayuda.

Nuestros planes como club son estar a su lado, ayudarlos en todo lo posible. A los amigos se les cuida, se les protege y se les da todo el afecto en las buenas y en las malas. Queremos pedirles a los adultos que sean pacientes. Podemos sacrificarnos, aunque sea por una sola vez. No solo por nosotros mismos, sino por otros seres.


INVASIÓN AZUL

Los zetis invadían el planeta y los adultos aún no se lo terminaban de creer. Seguramente sentían una envidia tan grande que llegaba más allá de Neptuno porque solo se le aparecían a los niños de nuestra edad y a chavales de doce o trece años.

«¡Qué casualidad!, ¡qué curioso!, ¿y por qué a los niños y no a ningún adulto?», eran sus reflexiones. Nos querían sacar información de manera disimulada, qué malos detectives, je, je. «No lo sabemos, la verdad…», era siempre nuestra respuesta mientras fisgoneaban, en ocasiones a nuestro lado, delante de la pantalla del ordenador para leer los comentarios o ver fotos de los zetis en nuestra web.

Al poco tiempo, algún padre o madre sacaría fotos de la web porque, sin darnos cuenta, empezaron a aparecer imágenes de los zetis en las redes sociales. A veces se burlaban de nosotros y gastaban bromas entre las familias de cinco continentes. Creían que todo era una invención nuestra, una labor de montaje y Photoshop impresionantes.

A nosotros nos enfadaba y nos ponía de mal humor su actitud y sus risas al respecto. Los zetis no se lo merecían y nosotros, los niños, tampoco.

Las fotografías llegaron a todas las cadenas de televisión y empezaron a circular por todo tipo de programas: los informativos, para difundir noticias sobre ellos; los de entretenimiento, para hacer concursos, corrillos y montar el espectáculo; los culturales y de debates, a los que acudían padres, profesores, médicos y científicos, para cuestionar sin sentido nuestros encuentros y debatir a partir de hipótesis varias.

Al tiempo que este bucle se desataba, nuestros encuentros se iban multiplicando, multiplicando, multiplicando, multiplicando sin parar, invadidos por un tsunami intergaláctico procedente del Planeta Z.

Los zetis eran azules con una tonalidad turquesa deslumbrante, transparentes y tan brillantes que encandilabanencandilaban Encandilar: Deslumbrar o causar gran admiración. a simple vista hasta que te acostumbrabas. Saltarines, inofensivos. Muy simpáticos y peculiares. Seres resbaladizos y extremadamente suaves. Su tacto era semejante a la piel lisa y húmeda de los delfines, al fino cosquilleo refrescante del agua.

Se escurrían entre las manos si pretendías atraparlos. Se escabullían fácilmente, igual que si intentaras coger peces de colores en la orilla de una playa. Eran tan pequeños y juguetones que sus dimensiones no sobrepasaban las de una manzana, menudos como frutas. Se aprovechaban de ser tan pequeñines, los muy sinvergüenzas, para esconderse en el lugar más insospechado. Y lo más curioso de todo: tenían forma de letra Z. Se doblaban y estiraban con una enorme facilidad.

De: javibarcelona@gmail.com

Para: encuentroszetis@blogspot.com 

Asunto: ¡Saludos, amigos!

¡Hola, amigos del blog! Me llamo Javier. Soy de Barcelona y tengo doce años. Mi encuentro con los zetis ha sido muy divertido. Ayer por la tarde fui a coger la bicicleta para salir a dar una vuelta y… ¡ahí estaban, saltando sin parar! Me quedé estupefacto porque, cuando me iba acercando, un haz azul iluminaba en forma de zigzag todo el garaje de casa. Estaban saltando por encima del coche. 

Al encender la luz, salieron disparados a un rincón. Cuando me vieron, se acercaron. Primero, tímidamente. Después cogieron confianza y me convertí en el centro del círculo que formaron a mi alrededor.

No tuve miedo en ningún momento. Me parecieron muy graciosos. Eran como nueve o diez. Estuvieron un rato largo y luego se marcharon. Vi cómo entraban en casa de Óscar, un compañero de clase que vive enfrente. Espero volver a verlos pronto.

Saludos a todos.

 

De: erikblueyes@gmail.com

Para: encuentroszetis@blogspot.com

Asunto: Hello, everybody

I’m Erik. I’m from New York. I’m very emotionated with zetis. I founded one of them at the subway three days ago. Zeti come into my schoolbag at home. It’s hidden under my bed. It’s incredible!! We are now good friends. 

 

De: mardeplata@hotmail.com

Para: encuentroszetis@blogspot.com

Asunto: Mi encuentro

Buenos días a todos. ¡Ya veo que somos muchos en la página! Soy Fabio, os escribo desde Buenos Aires y parece ser que soy la visita número 100.000. Quiero contar que me he encontrado con más de cien zetis este fin de semana. 

Me fui con mis primos a una casa que tienen cerca de la ciudad. Está en el campo, en una pradera muy bonita. Pues eso, que el sábado estábamos jugando tan tranquilos al lado de un riachuelo y aparecieron, de repente, de entre los arbustos y matojos. ¡Vaya sorpresa! ¡Un montón de ellos!

Queríamos cogerlos, pero no podíamos, se nos escurrían. Mi prima llevaba la cámara y aprovechamos para sacarles fotos. Y nos hicieron caso, no sé cómo lo conseguimos. Se quedaron quietos y nos hicimos una foto con todos juntos.

Así se iban sumando los mensajes a nuestro blog, a una velocidad inusitada. Mensajes de miles de niños. Primero desde los países de habla hispana, después empezaron a recibir correos desde los pueblos y ciudades más insospechados.

Los zetis aparecían en cualquier lado. No importaba el momento, ni las peculiaridades del entorno. Ni el frío o el calor, la humedad o sequedad del paisaje. La presencia de agua o la escasez de ella. Ni el sol, la lluvia, la nieve o cualquier fenómeno meteorológico. Tanto de día como de noche. Surgían de imprevisto.

Los encuentros ocurrían de la manera más variopinta: en las ventanas de las casas, en las bibliotecas, en los parques, en el metro, en los parques de atracciones, dentro de las mochilas, debajo de tu cama, detrás de los árboles en el bosque, en las playas, en las dunas del desierto, saltando por los puentes y acueductos romanos, de las alcantarillas de las calles, en las azoteas de los edificios, en las salas de cine, en los aeropuertos, escondidos en jaimas, en los lagos, en las selvas tropicales… Allí donde menos te imaginabas.

Gracias a las cámaras captábamos su imagen si nos dabámos prisa, pues solían desaparecer en un suspiro. La verdad es que no sabíamos dónde se escondían. ¡Un buen escondite sin duda! Pues no dejaban rastro y los adultos tampoco los veían. Solo se nos aparecían a nosotros, los niños.

Recuerdo a Zimerío Zimealegro, el zeti amigo de Ricky en Sidney. A Zitepillo Zitecogo, la zeti de Umnrah, que vivía con ella en Bombay. O a Zisaltas Zimecanso, una zeti traviesa que traía loca a Chailín, en Singapur.

¡Ahhh!, y también los Zinna, que eran más bien pocos. Parecían acompañantes, no les interesaba descubrir las novedades en este punto del universo infinito, ni relacionarse con nosotros. Siempre cansados, gandules y de mal humor. No se quejaban de nada, pero no eran tan simpáticos como la mayoría. Tampoco brillaban tanto como ellos.

—¿Y no se comunican con ellos? —preguntaban las familias.

—¡Claro que sí! —respondíamos eufóricos.

—¿ Hablan?

—Nooooo, emiten unos sonidos suaves semejantes a nuestra zeta en el abecedario.

—¿Y se entienden?

—Síííí,

hemos establecido un código simple para comunicarnos. Como ellos sí nos entienden aunque hablemos en diferentes lenguas, optamos por ‘zeta’ para sí y un ‘zeta-zeta’ para no…

—Interesante y sencillo —opinaban los adultos.

—Sencillo y simple, no como ustedes que lo complican todo —recalqué desde la sabiduría de mis once años.


ENCUENTROS EXTRAÑOS

—Dijo a las nueve y media, ¿verdad?

—Sí, mamá.

—¿Que salía a las nueve y media o que llegaba a esa hora?

—No, mamá.

—¿No qué, Noelia? ¡No me líes!

—Papá nos dijo que venía en el vuelo FX2055 a las 21:30 horas, ¿lo ves?, ahí está, en el panel…

—Vale, vale… —repetía mi madre.

Caminaba con pasos indecisos, los nervios se la comían por dentro. Aunque yo también estaba hecha un flan, pero lo disimulaba mejor. Será por las clases de teatro a las que voy con Cata en la escuela de actores.

Era lógico que estuviéramos impacientes por ver a mi padre atravesar las puertas automáticas y darle un fuerte abrazo y miles de besos. Después de casi tres meses de insostenible espera, papá iba a pasar un fin de semana con nosotras. Necesitaba desconectar y relajarse.

—¡Ya sale, ya sale! —gritaba emocionada mamá colándose entre un grupo de jóvenes.

—Que nooo, tranquilaa… —trataba de calmarla.

—Que sí, cariño, ven, corre.

Efectivamente, era papá. Me resultó difícil reconocerlo porque vestía con pantalón blanco y una camisa estampada con motivos hawaianos de colores chillones. Y por otro detalle clave: su bigotito se había esfumadoesfumado Esfumarse: Irse o desaparecer de un lugar de modo rápido, con disimulo o sin ser notado..

—¡Muuuuaaaaa! —le di uno de mis supermegabesotes y me tiré a sus brazos.

—¡Cuánto has crecido, amor!

—¡Cariño!

Mamá se abalanzó sobre él. Se abrazaron con fuerza y se dieron un beso de película, mejor que los de Crepúsculo.

Reímos todo el tiempo de regreso a casa contemplando las luces blancas y rojas en la carretera y disfrutando del profundo olor a mar salado que observábamos en su quietud en la oscuridad de la noche.

Cuando llegamos, sacó de la maleta unos regalos, pero no sabía que nosotras también le habíamos preparado una sorpresa. Dos invitados nuevos en casa: Yellow y Green, los periquitos que le teníamos como regalo de bienvenida.

Es un forofoforofo Persona a la que le gusta mucho una actividad determinada o la practica con pasión. de las aves. Colecciona revistas, cedés y fotos. Especialmente, le chiflan las aves tropicales. Como Ququi, nuestro loro, regalo de un compañero de mi padre por su cumpleaños. Nos tiene enamoradas con sus colores vivos. Además, es muy gracioso.

Salimos a la terraza a coger fresco.

—El mar parece inmenso y no lo es tanto… Somos nosotros los seres pequeños, cielito —dijo emocionado mientras nos abrazaba.

Estaba tan contenta por tenerlo a mi lado que solo lo pellizcaba para creerme que era cierto y no otro de mis sueños.

—¿Y el bigote, papá? —le pregunté impresionada.

—Me hacía mayor, ¿no crees? —me guiñó un ojo.

Reímos los tres.

***

Aquel domingo amaneció algo nublado. Normal, verano y esta ciudad, combinación ideal para que nos acompañe la panza de burro. Así que cogimos las cañas de pescar y nos fuimos al norte.

Ansiaba llegar para tirarnos al agua desde el muelle viejo. Mi padre se divertía con unos amigos mientras mi madre me vigilaba desde la playa por si me atrevía a hacer una de mis travesuras. No se fía de mí, la verdad…

Al rato coincidí con Saúl y Ridwan, que pasaban allí sus vacaciones de verano. Viven fuera de la ciudad, en el sur, y no los veía desde la alerta roja. Me llevaron al otro lado del muelle para que viera sus piruetas nuevas en el agua.

Justo cuando nos íbamos a lanzar los tres, Ridwan se percató de algo a lo lejos. Un niño nadaba desesperado. Nos miramos. Hacía señas confusas, pero quedaba claro que algo grave le sucedía. Así que se tiraron y fueron en su auxilio con el temor de que se estuviera ahogando.

Minutos después llegaron a la escalera del muelle. Lo recostaron en el suelo para que se calmara. Era imposible. Quería hablar y decir mil cosas en un segundo.

—A ver, ¿qué te pasaba?, ¿por qué nadabas tan rápido?

—¡¡No quería que esas cosas me atraparan, o me mordieran, o…!! —exclamaba exhausto y con una cara que daba miedo.

—Ahhhh, los cangrejitos…

—No, no eran cangrejos. Eran brillantes y azules… raras…

—¡¿Azules y brillantes?! —lo interrogué al oír esos detalles.

—Sí, brillaban un montón, me encandilabanencandilaban Encandilar: Deslumbrar o causar gran admiración.. ¿No serán esas bolas azules de las que hablaban hace meses, verdad?

—¡Buena pregunta! —contesté intrigada.

Aquel niño, más o menos de nuestra edad, había tropezado con unas cosas raras azules y estaba convencido de ello. Parecía tratarse del intermedio de una historia que no había acabado. Corrí como nunca en busca de mi padre para que hablara con el niño. No se podía perder este encuentro tan extraño.

El niño se quedó boquiabierto al verlo y su rostro mostraba una enorme sorpresa.

—¿Qué te sucede?

—…

—Habla, di algo.

—…

—No te quedes mudo. Cuéntale, por favor… —insistí.

—Si, si… si es el de la tele —resolló tartamudeando al ver la figura de un hombre al que solo había visto tras una pantalla.

—Sí, es mi padre.

—¿Tu padre?

—Sí, mi padre —le dije para que se calmara.

—¿Es cierto lo que me acaba de contar Noelia?

—Sí, señor.

—No mientes, ¿verdad? Esto es bastante serio.

—No, señor.

—Cuéntame con detalle entonces.

Charlaron durante casi una hora. Luego se acercó a sus padres para pedirles permiso para poder entrevistar a su hijo en directo para la televisión. Al principio se mostraron reticentesreticentes Reticente: Que actúa con reticencia, desconfianza o cautela.. La madre alegaba que su hijo siempre andaba con fantasías. Sin embargo, ante la insistencia del periodista por darles a entender la importancia del asunto, finalmente accedieron.

El niño parecía entusiasmado. Iba a ser entrevistado por el mismísimo J.M. Santos en el programa de mayor audienciaAudiencia Audiencia es el público que interactúa con un medio de comunicación, ya sea cine, televisión, radio, etc... «Vaya, a ver si me hago famoso y participo en Señorinventos junior…», se dijo eufórico. «¡Menudo friki!», pensé yo.

Ya por la noche y en casa, mi padre desconcertado caminaba presuroso hablando por el móvil.

—¡¡Es verdad, Luis, tenemos nueva exclusiva a la vista!! —gritaba eufórico y dando saltos.

Estaba como loco, con una sonrisa de oreja a oreja. Era el momento de recuperar su prestigio.

***

—Mira, Rubén, te sentarás aquí, en el sillón gris.

—Sí.

—Verás, te engancharé el micro en el cuello de la camisa…

—¿Y en ese quién se va a sentar?

—Un especialista en ufologíaufología Disciplina que estudia los ovnis u objetos voladores no identificados..

—Vale.

—Date una vuelta hasta la emisión, aún falta media hora.

Rubén no salía de su asombro. Acompañado de su madre, observaba fascinado las enormes cámaras que presidían los rincones más insospechados. La aparatosidad de los focos que iluminaban los diferentes espacios. Los cientos de metros de cables que cubrían como canales el suelo. Los decorados utilizados.

Subieron y bajaron de una planta a otra contemplando el poder de la comunicación y la imagen. ¡Vio los decorados de Señorinventos junior! Se tropezó con la chica que daba el tiempo. Pidió autógrafos…

En un plis plas había pasado de estar en un pequeño pueblecito a unos grandes estudios que rebosaban luz y color. Alucinaba con el sudoroso trabajo de técnicos de iluminación y sonido, con los paseos trepidantes de periodistas de un lado a otro preparando la información.

Faltaban tan solo cinco minutos para que se convirtiera en protagonista de una exclusiva. Un chaval de doce años conocido por millones de personas, ¡menuda responsabilidad! Debía mostrarse sereno y atento, olvidarse de su tartamudez cuando se ponía nervioso. Y ahí estaba su madre, terminando de acicalarloacicalarlo Acicalar: Arreglar o aderezar a alguien, poniéndole productos cosméticos, peinándolo, etc para que saliera guapo y elegante.

—Miles de personas parecen haber olvidado la increíble noticia de la existencia del Planeta Z y más aún de las bolas azules que se dirigían a la Tierra. Aquí y ahora les pregunto: ¿no estarán estas bolas azules ya entre nosotros y no nos hemos enterado? ¿No han pensado en la posibilidad de que sean en realidad seres extraterrestres? —preguntaba mi padre dándole un tono inquietante para enganchar a la audiencia—. Con nosotros está Rubén Armas Santana, un niño de doce años que el pasado día 14 mantuvo contacto con lo que él denomina ‘unos extraños seres azules’. Cuéntanos, Rubén.

—Estaba nadando tan tranquilo y de repente me entró mucho miedo al ver unas cosas superbrillantes bajo el agua que no paraban de moverse, de rodearme.

—¿Cómo eran?

—Como me puse a nadar a la desesperada para escaparme de allí, no me di cuenta. No sabía si eran peligrosas. Eso sí, eran de un azul tan intenso que, aunque estuvieran bajo el agua, me encandilaban.

—Señor Cautosolo, a usted como ufólogo, ¿qué opinión le merece este hecho? —le preguntó entonces Santos al especialista.

—De sobra es conocido que no es la primera vez que seres de otros planetas se le aparecen a los humanos. Sus testimonios quedan registrados y custodiados debidamente. Ahora bien, un caso como este, tan peculiar, nunca se había dado.

—¿Podemos darle fundamento al testimonio de Rubén?

—Tanto que sí. A partir de ahora nada es imposible respecto a las blue balls.

Yo seguía la entrevista desde casa con Lucía y Alba. Mi tía Andrea vino a quedarse con nosotras un rato mientras mi madre estaba fuera haciendo recados. Estábamos ansiosas por contarle a su regreso cómo había ido la entrevista, que duró bastante tiempo. Eso sí, se convirtió en otra bomba que estaba a punto de estallar.

Y tardó nada. Rubén fue el primero. Luego llegaron los testimonios de otros niños en distintos puntos de nuestro país: Martina, Sara, Nacho, Lucas, Desiré, Azael, Juanma, Víctor… Todos, y siempre de forma sorpresiva, empezaban a tener encuentros con las bolas azules. Salían en los diferentes medios y en sucesivas entrevistas.

Cuando los encuentros se intensificaron, decidieron ponerse en contacto entre ellos. Primero por teléfono y después se les ocurrió crear una web para ir subiendo toda la información de primera mano.

Así, durante días cientos de niños estuvimos mandándonos mensajes y colgando en la red selfies con las bolas azules para demostrar que eran reales. Siempre con permiso de nuestros padres, claro está, no iba a ser menos.

«¿Así que una web creada por niños y para niños?», preguntaban atónitos nuestros padres con la mosca detrás de la oreja. «Muy bien, no hay problema. Nosotros estaremos cerca del ordenador para supervisar…», declararon en un comunicado oficial.

Decían que éramos menores, que había que controlar lo que veíamos o no en Internet, que los peligros de la red estaban latiendo constantemente, que podíamos meternos en líos sin necesidad y que, en definitiva, eran responsables de nosotros. De nuestra educación, de nuestro comportamiento y de nuestra felicidad, pero debíamos ser conscientes de este mundo en el que vivimos.

A partir de ahí, no había problemas.

***

Al poco tiempo empezaron a llegar noticias de otros encuentros desde múltiples rincones del planeta. Gracias a Internet, se iban enterando de la existencia de la web y se ponían en contacto unos con otros. Un niño de Sidney, una niña de Agadir, otra niña de Río de Janeiro, unos chavales de Boston, otros de Nepal, de Sri Lanka, una chica de Friburgo, de Pekín, un niño de El Cairo… ¡Las blue balls estaban por todo el planeta!

«¿Y por qué no le damos un nombre a la web?», empezaron a sugerir muchos. ¡Síííí, era una idea fantástica! La mayoría estábamos de acuerdo, así que nos pusimos a ello en un periqueteEn un periquete En un periquete, significa ‘en un momento, en un tiempo muy breve’.. Todos escribíamos nuestras ideas en una extensa lista que en cuestión de horas acrecentó el número de visitantes a la web, incluidos aquellos niños que no habían tenido los encuentros, como yo, pero que estábamos alucinados e intrigados por saber más y más.

Y… redoble de tambores… http://encuentroszetis.blogspot.com

Esta fue la opción más votada, que democráticamente elegimos entre todos los registrados. Vaya furor y entusiasmo. Al fin dejarían de ser las blue balls y tendrían su propio nombre: zetis. Nuestros amigos los zetis.

Los medios divulgaron semanas después la existencia de una página web en la red, siempre saturada y con una gran acogida desde cualquier rincón variopintovariopinto Que está formado por elementos de muy diversas características. del mundo. Los adultos estaban impactados con el acontecimiento. ¡Una web de niños y para niños! Y lo más increíble de todo era la continua llegada de los zetis. Ahora no podían negarlo. Las pruebas eran reveladoras: cientos de fotografías donde aparecían estos seres azules.



LA NOTICIA

Tener un papi periodista no está nada mal, pero un padre periodista y famoso al mismo tiempo es otra cosa. Con sus pros y contras, como todo en esta vida. Sí, puedes presumir en el colegio o con los amigos. Les cuentas que tu papá sale en la tele. Que diariamente lo ven millones de personas a mediodía, justo a la hora del almuerzo, que suele ser el momento en que se reúne la familia delante de la pantalla para escuchar las noticias más importantes de la jornada. Que la gente lo para por la calle y le piden autógrafos, además de sacarse una fotito con él.

—Anda, ¿así que el señor de las noticias, el que lleva ese bigotito tan gracioso y usa esas corbatas tan chulas, es tu padre? —preguntan mis amigos sorprendidos.

—Sí, el mismo —suelo responder moviendo la cabeza de arriba abajo entusiasmada.

José Miguel Santos, de La Isleta, es en estos momentos uno de los presentadores más relevantes y de mayor audienciaAudiencia Audiencia es el público que interactúa con un medio de comunicación, ya sea cine, televisión, radio, etc.. del país. Nada más acceder al cargo de director, puso en marcha sucesivos cambios y novedades en la cadena. ¡El sello Santos!, menudo es… Y claro, a mi madre y a mí nos falta intimidad. En las revistas o en algún programa siempre están al quite para hacernos una foto o entrevistarnos.

Demasiadas llamadas, conferencias, trabajo, meses fuera de casa… Todas las noches se conecta por SkypeSkype Skype (pronunciado /ˈskaɪp/) es un software propietario distribuido por Microsoft, tras haber comprado la compañía homónima y que permite comunicaciones de texto, voz y vídeo sobre Internet (VoIP) con nosotras y charlamos sin parar. Entonces aprovecho para contarle mis cosas y decirle las nuevas palabras que ha aprendido Ququi, nuestro loro. Luego me manda a la cama y se queda con mi madre, tan acaramelados y felices.

Hubiera preferido que se quedara aquí, en las islas, sin ser tan conocido, pero más mi padre. A veces siento que papá y J.M. Santos son seres diferentes.

—¿Crees que no lo sé, cielito?

—Sí, papá.

—¡Tengo unas ganas de darnos un chapuzón en Las Canteras!

—¿De verdad?

—Sí, cielo. Ya sabes que ahora tengo mucho trabajo, pero prometo ir a verte de un momento a otro.

Las escasas visitas de mi padre estos últimos meses las vivimos a tope, no paramos en casa. Vamos de asadero, a pasear en bici, a tirarnos por las dunas en la playa, a sacar fotos con la cámara molona que me regaló por mi cumple, a ver una peli al cine. Siempre de aquí para allá. Es que los dos somos culillos inquietosculillos inquietos Se dice culo inquieto a una persona que no puede estar mucho tiempo sin cambiar de lugar o sin hacer algo., je, je, je.

Cuando no estamos juntos, pues me consuelo con verlo a mediodía en la tele. Me siento y lo veo dar las noticias con la ilusión de que habla solo para mí, para su hija Noelia. Disfruta con su trabajo. Siempre insiste en que estos programas son para personas de cualquier edad y que debo estar atenta para estar informada de lo que acontece en el resto del mundo. «Y es verdad, ¡jolines!», pienso en silencio.

Me enfado unas veces, y otras las lágrimas se escapan rápido de mis ojos. No faltan las noticias de la llegada de miles de refugiados huyendo de la guerra en sus países, de la falta de trabajo que azotaAzota Azotar: Producir daños o destrozos de gran importancia. a tantas familias, de cómo siguen muriendo mujeres a mano de sus parejas, de esos adultos indecentes que abusan de niños como nosotros, del maltrato a los pobres animalitos…

Mi padre se exaltaexalta Exaltar: Avivar o aumentar un sentimiento o pasión. demasiado, especialmente cuando habla de conflictos bélicosconflictos bélicos Se refiere a las guerras., del abuso de poder o de las drogas. «¡Y encima nos vamos a cargar el planeta como sigamos así!», repite enfadado. «Tantas campañas publicitarias y congresos para dar respuesta en defensa del medio ambiente, ¿para qué? Tenemos que reciclar, Noelia. Tenemos que tomar conciencia de que la naturaleza está cada vez más desprotegida…». Cuando habla de estos temas, se enciende como un bombillo y los pelos del bigote se le ponen de punta y le afea mucho.

Menos mal que ya en casa, y desde bien pequeñita, mis padres me inculcaninculcan Inculcar: Infundir en una persona una idea, un concepto, un sentimiento, etc., con ahínco. estos valores. En el colegio tenemos proyectos de trabajo muy interesantes, incluso la clase de 6º A de la señorita Cristina se ha llevado un premio en el concurso «Piensa en Verde». Pero nos toca a todos poner nuestro granito de arena para que el mundo funcione mejor.

Últimamente, mi padre se muestra demasiado enigmáticoEnigmático Que es misterioso o difícil de entender.. Las llamadas de estos días pasados me tienen intrigadísimaIntrigadísima Que me despierta mucho interés., pues no para de decirme que tiene algo sorprendente entre manos y que el próximo sábado dará la noticia en exclusiva.

Por más que le ruego que me lo cuente, no suelta prendaSuelta prenda No soltar prenda: negarse alguien a revelar un secreto o información.. «El sábado, cielito, el sábado», repite emocionado. No se me ocurre nada original, la verdad. ¿Qué noticia tan increíble podrá ser?

—¡Ufff, qué calor! —exclamé exhausta, entrando precipitadamente por la puerta a la caza de un gran vaso de agua.

—¿Qué, cariño, cómo les ha ido con Luis en el entrenamiento? —preguntó mi madre.

—¡Uhmmmm, es maravilloso!

—¿Que Luis es maravilloso?

—No, mami, el agua fríaaaa —repliqué con los ojos abiertos como un emoticono avergonzado.

—Ja, ja, ja, ja, ja, vale… Venga, vete a la ducha, que el almuerzo estará en un periqueteEn un periquete En un periquete, significa ‘en un momento, en un tiempo muy breve’..

—Ja, ja, ja, ja, vale… —la imité.

De pronto me fijé en la pantalla y apareció J.M. Santos con una corbata nueva. ¡No hizo falta nada más! Mi madre y yo nos sentamos y, como estatuas, pusimos toda la atención y los seis sentidos. Sí, sí… incluido el que no está inventado. ¡Sábado, sábadoooo! La imagen de papá regresó.

La comunidad científica internacional, reunida con carácter de urgencia con diferentes organismos internacionales durante esta semana pasada, ha decidido con el apoyo de los gobiernos declarar la alerta roja mundial. la alerta se iniciará mañana, día 11 de abril, a las siete y media de la mañana. Aseguran las autoridades que está justificada por el peligro inminenteInminente Sinónimo de inmediato. que corre nuestro planeta ante un posible choque con millones de bolas azules que se aproximan a la Tierra.

Gracias al programa NEO de la NASA y a los observatorios astronómicos, entre ellos el del Roque de los Muchachos, se han percatadoPercatado Percatarse: Advertir o darse cuenta [una persona] de algo que le había pasado inadvertido. de estas extrañas bolas que viajan por el espacio. Proceden, por sorpresa, de un nuevo planeta en nuestro sistema solar que ha ido creciendo a pasos agigantadosPasos agigantados Pasos agigantados: sinónimo de muy rápidamente. en las tres últimas semanas.

De dimensiones parecidas a Neptuno, se encuentra cerca de su órbita, 29 UA, a 4.350 millones de kilómetros. Semejante al color de la Tierra, en el espacio resulta ser de una composición fascinante: la misma que forman los zafiros, las conocidas piedras preciosas. Ha sido bautizado como el Planeta Z.

La emisión de esas bolas azules desde el Planeta Z ha comenzado apenas unos días atrás. Viajan siguiendo un itinerarioitinerario Ruta en la que se describen los lugares por los que se pasa. fijo, a una velocidad que triplica la de la luz y miles de ellas a la vez.

En estos momentos no se sabe a ciencia cierta qué son en realidad estas bolas o cuerpos azules. Con la información obtenida hasta el momento, desconocemos la composición de estos asteroidesasteroides Un asteroide es un cuerpo celeste rocoso, más pequeño que un planeta y mayor que un meteoroide.. No presentan composición similar a otros ya conocidos, como Ceres, Orcus o Ixion. La mayoría de ellos se componen de piedras y algunos de hierro y níquel. Seguimos estudiando estos nuevos cuerpos en nuestro sistema solar.

A partir de mañana estaremos sumidossumidos Sumido: abstraído, ensimismado. en la duda y en la posible amenaza de una colisión sin precedentes…

—¿Has oído, mamá…? —dije preocupada—. Nos invaden extraterrestres.

—No seas cría, Noelia. Será algún tipo de asteroide nuevo.

James Crawford, científico americano colaborador en el observatorio de las islas también fue entrevistado por nuestras cámaras.

—Mr. James, what do you know about the blue balls really?

—No comment, no comment…

—Please, Mr. James…

—No comment, no comment!

Parece ser que la ciencia está impactada y asustada. Y con esta espectacular noticia despedimos la emisión hasta próximos avances. Estén atentos a la pantalla, buenas tardes.

***

¡VAYA BOMBA! No se escuchaba otra cantinelacantinela Cosa que se repite con una insistencia que resulta molesta e inoportuna. entre la gente.

—¿Unas bolas azules? Yo quiero verlas.

—Yo no, ya le dije a mi esposa que vamos a acondicionaracondicionar Poner una cosa en condiciones adecuadas o en las condiciones adecuadas para un fin. el sótano de casa como refugio. No se sabe dónde está el peligro…

—Que no, mujer, lo que ocurre es que la tele lo exagera todo y, si no, al tiempo.

—No sé, no sé, la que nos viene encima si son millones de bolas azules. Como eso explote, ya verás. Ya verás…

Las opiniones eran contradictorias y de todo tipo. Unos pensaban que se trataba de una maniobra del gobierno; otros, de una broma de los periodistas para captar programas de prime time. Pero la mayoría se mostraban preocupados y angustiados por la llegada de esas bolas inquietantes, se mordían las uñas y no paraban de mirar al cielo a todas horas ante la posible colisión de las blue balls, como las llaman los ingleses.

Era el tema de conversación en la peluquería, en las cafeterías, en los centros comerciales, en los hospitales, en los colegios, en los trabajos… «Pues mira, ojalá sean zafiros. ¿No dicen que proceden del Planeta Z, que está formado por piedras preciosas? Pues yo misma saldré a la calle para hacerme con unas cuantas».

Los medios de comunicación estaban desatados, haciéndose la competencia y dedicando muchos de sus programas a contarle a la audiencia lo que iba sucediendo. Las redes sociales estaban saturadas y, claro, ya se pueden imaginar cúal era el trending topic durante días y semanas.

En el parque, cerca de casa, discutíamos los de la pandilla sobre el asunto sin llegar a ponernos de acuerdo.

—No me lo creo —decía Néstor moviendo la cabeza de izquierda a derecha.

—Sí, sí… —coreábamos las niñas divertidas.

—¿Serán bolas de verdad? ¡Sería flipante! —apuntillaba Pablo.

—Mmmm, podemos jugar a las canicas si son pequeñas o a los bolos si son más grandes, ja, ja, ja.

—Sí, grandes como las mí…

—¡No seas grosero! —lo cortó Lucía llevándose las manos a la cintura.

—Lo extraño es lo del Planeta Z, ¿no creen? Debería llamarse el Planeta X, por lo de la incógnita, como en matemáticas —defendía Sergio levantando una ceja y quedándose en ‘modo reflexivo’.

—Me encantaría verlo desde un telescopio. Seguro que brilla un montón. Será como un zafiroZafiro El zafiro es una variedad del mineral, con característico color azul, aunque hay otros colores menos comunes, debido a impurezas de ciertos óxidos. a lo bestia, ¿no? Mi madre alucinaría, le chiflan las joyas —añadió Alba con una emoción inusual en su rostro.

—Bueno, aquí estamos muy tranquilitos creo yo —apunté.

—¿Y eso por qué, Noelia? ¿Tu padre tiene más información guardada? ¿Está preocupado?

—Pues seguro. Con este lío montado tiene más trabajo que nunca. ¡Ahora no lo veré hasta vete a saber cúando!

—Tranquila, verás que al final no pasa nada. No nos vamos a preocupar antes de tiempo, ¿vale? Venga, saca las cartas —dijo Néstor animándome.

—¿Y a qué jugamos? ¿A burro?

—Vale, pero después a policías y ladrones, que siempre jugamos a lo mismo.

—Síííí, pesadita. Cuatro para ti, para ti…

—¡Me toca! —se adelantó Lucía. No cambia.

***

Y llegaron las vacaciones de verano. Y a pesar de las casi catorce semanas transcurridas desde que declararon la alerta roja, no parecía que fuera a pasar nada de lo que habían advertido las autoridades. Ante la incertidumbre y la espera de millones de personas, la gente empezó a cansarse y a enfurecerse más aún con una alerta que recortaba nuestras libertades y no nos dejaba disfrutar del todo.

Muchas familias se gastaron sus ahorros en acondicionar un espacio subterráneo bajo sus casas. Empresas y edificios montaban a toda prisa protección máxima. Los fines de semana los centros comerciales y tiendas permanecían cerrados. Teníamos un horario limitado para estar en la calle. Incluso a partir de las diez de la noche había que apagar cualquier espacio privado o público hasta las ocho de la mañana. Y en los hogares nada de luces o aparatos que pudieran atraer aún más a las bolas azules a nuestro planeta.

El tiempo pasó muuuuy lento. Al no existir indicios certeroscerteros Certero: Que acierta o que da en el blanco. de algo terrible y después de cumplirse el plazo establecido, asistimos a un nuevo comunicado por parte de los gobiernos, representados por un señor trajeado desde el atril de la sede internacional en Anmsdrurgun:

No pretendemos engañar a la opinión pública. Nuestro deber como científicos es confirmar que el Planeta Z existe y sigue creciendo. Sin embargo, queremos informar que las blue balls han desaparecido misteriosamente. Creemos que han desviado su trayectoria y que no hay peligro para la Tierra. Los habitantes de este planeta pueden estar tranquilos. La alerta roja queda desactivada a partir del próximo miércoles.

Miles de familias de los cinco continentes respiraron aliviadas, ¡ya era hora de regresar a la vida normal! Eso sí, a partir de ese momento empezaron a llegar imágenes reveladoras del Planeta Z, que nos impresionaba a todos por su espectacular belleza.