Nira

NIRA
Durante el mes de marzo, siguiendo la tradición, los canarios tenían una cita en los alrededores del santuario de Arteara para recibir el cambio de estación con la llegada de la primavera y el inicio de las faenas agrícolas.
La geografía insular desplegó colores y aromas para deleite de los peregrinos que en aquellos días, y en un ambiente festivo, la transitaban por rutas ancestrales entonando cantos de alabanza e invocando a AcoránAcorán Acorán: dios. con sus rezos.
Llegado el día señalado, se hicieron fervorosas peticiones de prosperidad para obtener buenas y abundantes cosechas. La mágica velada tuvo su momento más importante al amanecer, cuando un espectáculo de luces y sombras comenzó a rasgar el cielo. Tras momentos de éxtasis contemplativo, se sucedieron nuevos cantos y plegarias a MagecMagec Magec: Sol. levantando los brazos y doblando la cintura en señal de adoración.
«Almene Acorán», cantaban mientras la luz del sol se colaba entre las montañas sagradas del macizo de Amurga, incidiendo justo sobre el túmulo del rey Thagoter el Viejo, GuanartemeGuanarteme Guanarteme: Rey. muy querido por sus súbditos y al que se honró recitando sacrificadas hazañas de su vida que, como decían los versos, «vivió para hacer el bien». Las harimaguadas derramaron gánigosGánigos Gánigos: vasijas de barro. llenos de leche sobre el lugar de culto a modo de ofrenda. Arrodilladas con especial recogimiento y devoción, balbucearon una monótona cantinela litúrgica que mezclada con el viento se internó en el palmeral.
En aquel espacio de veneración, Doramas tenía que hacer especiales esfuerzos para seguir el desarrollo de los actos, ya que solo tenía ojos para la joven con la que había compartido camino y a quien le había ofrecido su mano para cruzar los barrancos. Desde un montículo cercano la observaba fijamente, tratando de atraer su atención y siguiendo cada movimiento de su armonioso cuerpo, sobre todo cuando alzaba la cabeza y la incipiente luz del día se reflejaba en su rostro haciendo brillar su largo pelo.
Extasiado en su hermosura, enredó su pensamiento en la grácil silueta cimbreante al compás de los cánticos, al igual que los tallos del tasaigo mecidos por el viento. El sol seguía su camino por la senda ceremonial y Doramas pareció parar su existencia en un solo pensamiento. Tuvo la sensación de que mil saetas le atravesaban el corazón y le descarnaban los sentidos con solo imaginar la idea de no ser correspondido.
No era el único. Desde un ángulo opuesto, pero con la misma perspectiva de visión, alguien experimentaba estas mismas sensaciones. AdargomaAdargoma Adargoma: espalda de risco. hacía tiempo que esperaba la ocasión de hacerle saber a Nira lo que sentía por ella, pero tuvo la corazonada de que tal vez había esperado demasiado.


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