El guerrero

EL GUERRERO
En 1479 Juan Rejón y sus soldados arrasaron el poblado de ArehucasArehucas Arehucas: bendición (Arucas).. Robaron el ganado e incendiaron las viviendas y las cosechas, sembrando el terror en la zona. Nira luchó valientemente defendiendo el alfar y su dignidad. Alentados por la madre, que resistió como una fiera herida el brutal asedio de los soldados castellanos, sus hijos lograron escapar hacia el interior de la isla. Desde que tuvo noticia del ataque, Doramas acudió rápidamente, pero ya Nira agonizaba al pie de una palmera sujetando en sus manos el colgante marino que él le había regalado. Nada pudo hacer por ella más que abrazarla. Luego, llevó su cuerpo al bosque, trenzó su pelo con junco, lo adornó con una corona de campanillas de bicácaroBicácaro Bicácaro: planta del sotobosque de laurisilva. y le dio sepultura en una cueva al abrigo del viento. Terminada la ceremonia, subió al monte más alto y descargó su ira gritando:
−¡Fore tronquenayyy…!
A partir de ese momento, Doramas, empeñado en darle a sus hijos una vida en libertad, se convirtió en la pesadilla del fuerte del Real de Las Palmas, que vigilaba a todas horas para conocer de los movimientos de sus ocupantes. Aprovechando la información obtenida, preparaba ataques por sorpresa que hicieron estragos en las tropas de Rejón y minaron su moral y hasta llegó a construir cabañas sobre los árboles, donde se pasaba los días vigilando a los enemigos y acercándose peligrosamente a los lindes del Real para observar los movimientos de la población del recinto fortificado.
Doramas, que en su lengua quería decir el de las narices anchas, era la misma furia. Su audacia, inteligencia y temperamento bélico lo convirtieron en la gran esperanza de su pueblo. Con el mapa de la isla dibujado en su cabeza se hizo un experto del acecho para planificar emboscadas y estaba siempre presente en cualquier refriega que se produjera con los soldados de Juan Rejón.
A menudo engañaba con gran astucia al enemigo conduciéndolo hacia las trampas que le tendía. Doramas odiaba la mentira, pues el valor de la palabra dada era el valor más apreciado por los aborígenes, y no temía a nada ni a nadie. Fue el líder indiscutible y querido que recorría los poblados reclutando adeptos para unirse a su lucha tenaz contra las tropas invasoras.
Todos confiaban en él y por eso, aunque fuera modesta su aportación, todos querían participar en la lucha contra Rejón, ya que veían a Doramas como el caudillo que les llevaría a la victoria devolviendo al mar a los que perturbaban la paz de Canaria.
Y por eso, los que no podían luchar se ofrecían para fabricar armas, transportar alimentos durante la campaña, atender a los heridos, recolectar hierbas medicinales para las curas o, simplemente, para hacer número manteniéndose en la retaguardia como hacían algunas mujeres, aumentando el griterío para intimidar al enemigo o lanzando piedras desde las alturas.
A la soldadesca del fortín les sobraba el agua, canalizada desde el entonces río Guiniguada, pero estaban escasos de comida por lo que, como siempre que apretaba la necesidad, se aventuraban en incursiones al interior de la isla en busca de frutas, cereales y sobre todo carne fresca con que alimentarse.
En las inmediaciones de AfurgadAfurgad Afurgad: Firgas., comarca de intenso verdor, cuyas aguas ya eran conocidas y apreciadas por los canarios, tuvo lugar el descalabro castellano. El abundante pasto de esta zona hacía prosperar los rebaños de ganado, el mayor tesoro que cuidaban con esmero. Fueron muchas las cosechas y los animales robados por los castellanos empleando para ello la fuerza de sus armas sin dudar en dar muerte a quienes se resistieran a sus desmanes.
Los perjudicados labriegos y pastores isleños redoblaron la vigilancia y tomaron precauciones, pero los abusos eran constantes. Desesperados, solicitaron ayuda al GuanartemeGuanarteme Guanarteme: Rey., quien encomendó a Doramas dar un escarmiento a los ladrones. Las convincentes arengas del caudillo lograron reclutar a todos los hombres útiles y cuando conocieron que volvían los ladrones estuvieron al acecho.
Un grupo de unos veinte soldados, escoltados por cuatro jinetes, salió del Real de Las Palmas dispuesto a llenar la despensa del campamento sin saber que desde ese instante estaban siendo espiados. En cada recodo del camino, agazapados en cualquier desnivel del terreno, subidos a los árboles o encaramados en los riscos, los canarios perfectamente camuflados vigilaban sus movimientos sin ser vistos.
Los soldados se encaminaron hacia el lugar donde se encontraba el rebaño más cebado y numeroso, y esperaron a que entrara la noche para robarlo. Con sigilo inmovilizaron a los pastores sin saber que estos fingían estar dormidos, y creyendo que ya tenían libre el terreno empezaron a despacharse a su antojo. Aunque lucía una noche clara, los intrusos, abstraídos en su afán de atrapar el ganado, no se percataron de que estaban acorralados hasta el mismo instante en que Doramas gritó la orden de ataque.
Con gran escándalo de gritos y silbos consiguieron arrinconarlos en un pedazo de tierra poblado de zarzas y les cayeron encima. Los mortíferos golpes con grandes piedras, contundentes garrotes y certeros dardos, junto con el factor sorpresa, no permitieron que organizaran la defensa. De aquella escaramuza, solo escapó un soldado al que por deseo de Doramas no se le persiguió para que pudiera llevar la noticia a los jinetes apostados en el llano y la trasladaran inmediatamente al fuerte capitaneado por Juan Rejón.
Hazañas de este tipo se repitieron en AtenoyaAtenoya Atenoya: Tenoya., AtamarasidAtamarasid Atamarasid: paso entre palmeras (Tamaraceite), AgáldarAgáldar Agáldar: Gáldar. y Agaete y cuando los soldados de Juan Rejón buscaron otros derroteros, dirigiendo sus correrías a los rebaños de Telde, allí estuvo también el joven guerrero al frente de un nutrido grupo de hombres para impedir el nuevo saqueo.
Poco a poco, sus valerosas gestas le hicieron popular en toda la isla. La dureza con que acometía los ataques era muy temida, sobre todo cuando tomó parte en le batalla de Tirajana en la que mostró las mejores estrategias de un buen líder. Unidos en una alianza, los isleños del Norte y del Sur entablaron ardua lucha contra los conquistadores, teniendo como su mejor aliado el escarpado terreno, que Doramas conocía como la palma de su mano. Respaldado por su gente, encabezó el enfrentamiento seguido por los guerreros más audaces descendiendo con su garrote por las laderas dando imponentes saltos, profiriendo alaridos y animando a los suyos, que enardecidos se lanzaron sobre la tropa y los caballos enemigos.
En el fragor de la batalla un lancero le hirió en el brazo derecho, pero Doramas reaccionó con rapidez y de un manotazo tiró de la lanza que fue a parar con su dueño al fondo de un profundo tajo del barranco.
La confusión y los daños recibidos hicieron huir a los soldados. Las bajas castellanas fueron numerosas y se tomaron decenas de prisioneros.
La balanza final, en estos momentos, parecía inclinarse a favor de los canarios.